POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Cuando le hice la pregunta a un amigo primero se rio y luego me dio varias respuestas. Todas acertadas, pero ninguna la que yo esperaba. Luego de leer muchas noticias sobre la renuncia de la Gobernadora General de Canadá- una especie de lugarteniente de la reina de Inglaterra en nuestra tierra- y del famoso pleito que se armó entre millonarios inversionistas de la Bolsa de Valores de Nueva York contra un grupo de jóvenes intrusos, lo único que se me vino a la mente es que el poder y el dinero no garantizan nada en este volátil mundo, o mejor dicho no todo lo que brilla es oro.
Bueno vamos por pasos. Para los que quizás desconocen el primer hecho acá les dejo un poco de antecedentes que nos ayudarán a ver entender mejor el escenario. Julie Payette, la única Gobernadora que ha renunciado a su posición, llegó al cargo hace más de tres años propuesta por el Primer Ministro. Ella, una mujer que habla fluidamente más de 5 idiomas, además de estar en el minúsculo grupo de mujeres que han estado en el espacio, parecía ser la candidata perfecta para el puesto, otra de las estrellas del jet set local que el líder liberal le gusta codearse, pero otra vez no todo lo que resplandece es el sol.
Desde los primeros días de su administración algunos reportes de influyentes medios noticiosos canadienses- pocas veces visto en los últimos años debido al nivel de sensibilidad con que se manejan los temas de la realeza en Canadá- comenzaron a divulgar reportes confidenciales acerca de tratos denigrantes en la sede de la gobernatura, que curiosamente dista a muy poca distancia de la residencia del primer ministro en las colinas de Ottawa.
La noticia de la renuncia no fue una sorpresa para muchas personas quienes aseguraban que solo era cuestión de tiempo. Pero lo que sí resulta llamativo es mal “timing” en que ocurre, pues viene a atropellar mucho del positivo capital político que Justin Trudeau ha ganado en los últimos 12 meses con el acertado manejo de la pandemia del Covid-19 y cuando su gobierno parece que se enfila a una nueva aventura electoral en una fecha aún no fijada.
Por si usted no lo sabía, también concurre otro dilema para el primer ministro liberal: como nunca había ocurrido un hecho similar, ahora todos los partidos políticos quieren comenzar a escudriñar las finanzas de la gobernatura general, y para variar esto es delicado. Solo para contarle que la señora Payette recibirá de por vida una especie de salario arriba de 140 mil dólares al año, más gastos (otros 100 mil) para mantener una oficina personal en labores vinculadas con el estado canadiense. Nada mal para una persona cuyos subordinados la acusan de abusos verbales, humillaciones en público y sobre todo en privado, y muchas más acciones denigrantes por parte de una persona que debería llenar uno de los más altos estándares en la jerarquía política de nuestra nación. Como diría la expresión en inglés “too good to be true”, o sea muy bueno para ser verdad.
Y aquí es donde caemos en el otro tema que acaparó las noticias, la novela de la bolsa de valores de Nueva York y las millonarias pérdidas de ciertas empresas millonarias, que asemejan a otra lucha entre muchos David y muy pocos Goliat.
Primero déjeme decirle que, si usted cree que la bolsa de valores es solo para economistas, genios matemáticos o chavos nerdos, pues se equivoca. En la actualidad cualquier persona con un poco de conocimiento informático y buenos amigos puede comprar y vender acciones en las bolsas de cualquier lugar del mundo y ganar miles de dólares y de paso asestar un duro golpe a los millonarios de los fondos de inversión que durante mucho tiempo han apostado al endiablado juego de la especulación a niveles abismales.
Las noticias daban la vuelta al mundo y destacaban el hecho de la osadía de estos chavos para golpear los bolsillos de los millonarios inversionistas especuladores con las mismas herramientas que ellos inventaron y usan a diario para desmenuzar a empresas pequeñas y ganar miles de millones a costa del trabajo de otros.
Debo admitir que el tema es extremadamente complicado para muchos de nosotros, pero créame, lo importante es que nuevamente queda al descubierto que el poder y el dinero NO garantizan un futuro brillante lleno de triunfos y premios. Si no, basta mirar el caso de estos millonarios que en pocas horas perdieron billones de dólares, mientras por su lado Julie Payette, la ex Gobernador General también engrosa el desacreditado círculo de los caídos de la gracia.
Moraleja: no todo lo que brilla es oro, ni diamantes, ni champagne.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.