GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ / MEXICO /
“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, reza el estribillo de una canción que una generación de jóvenes y no tan jóvenes bailaba animadamente hace ya cuatro décadas. Eran los tiempos de las guerrillas en los países latinoamericanos, los días de los conflictos bélicos en América Central. Pero los años pasaron, los tiempos cambiaron y los fusiles callaron. Se firmaron acuerdos “peor-es-nada”, como alguna vez comentó un desmovilizado salvadoreño, y oficialmente se hizo la paz.
Después reinó la democracia, o bueno, algo que se llamó democracia. Pero también siguió reinando la escandalosa desigualdad económica y social que ha caracterizado desde tiempos inmemoriales a las sociedades latinoamericanas; pero como cierta vez insinuó un erudito por ahí, era más importante que las personas gozaran el derecho a votar en elecciones medianamente justas, que contaran en sus hogares con tres platos de comida al día.
La Unión Soviética se desintegró, y todos aquellos que repetían que el origen de las insurgencias latinoamericanas estaba en una conspiración internacional castro-comunista-chino-soviética, ahora podían dormir sin perturbaciones.
Pero la vida sigue dando sorpresas y hace pocos días medios de comunicación latinoamericanos publicaron la sorprendente información de que un grupo guerrillero secuestró al hacendado y político paraguayo Oscar Sánchez. El hecho causó conmoción porque Sánchez fue quien ocupó la vicepresidencia del país después de la cuestionada destitución del presidente Fernando Lugo en 2012, en lo que constituyó uno de los primeros “golpes blandos” que ha experimentado América Latina en las dos últimas décadas.
El secuestro de Sánchez fue atribuida al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), una agrupación surgida en 2008 como escisión de Patria Libre, partido político que quiso hacerse un espacio en el muy cerrado y conservador espectro político paraguayo. Los fundadores del EPP se decantaron por los fusiles tras convencerse de que sólo por medio de la lucha armada pueden impulsarse cambios que contribuyan a transformar la realidad de pobreza que viven amplios sectores de la sociedad paraguaya, en especial las comunidades indígenas en zonas rurales.
Los medios conservadores sacaron a relucir nuevamente los viejos epítetos. Para ellos, el EPP se trata de un grupo de terroristas-marxistas-leninistas, o de delincuentes comunes. Pero hay hechos que evidencian una mayor complejidad. Según declaraciones dadas por una de las fundadoras, Carmen Villalba, el EPP fue creado por un grupo de jóvenes de origen campesino, exseminaristas y estudiantes de teología que habrían sido expulsados de la institución religiosa por sus críticas al sistema político y a la sociedad paraguaya, utilizando en sus análisis conceptos propios del marxismo. Salían a predicar el evangelio en comunidades muy pobres y retornaban tristes e indignados al seminario. Eso los convenció, como entona otra canción de antaño, “que no bastaba con rezar”. Otras fuentes también se han referido a la fuerte influencia del “cristianismo liberacionista”, derivado de la Teología de la Liberación, que anima a estos guerrilleros.
En documentos del grupo escritos por otro de sus líderes, dicen inspirarse también en Francisco Solano López, político y militar que fungió como segundo presidente del Paraguay de 1862 a 1870. Fue bajo su gobierno que Argentina, el entonces Imperio del Brasil y Uruguay, se coaligaron para combatir contra Paraguay en lo que la historiografía latinoamericana denomina la “Guerra de la Triple Alianza” (1864-1870). El conflicto finalizó con la muerte de Solano López y la extinción de más del 80% de la población masculina paraguaya de la época.
Además del secuestro de personas adineradas, para agenciarse recursos para financiar sus actividades, en las zonas en las que opera el EPP también ha prohibido el uso de agroquímicos de los que se sabe su extrema toxicidad para las personas y el medio ambiente, así como el desmonte o despale indiscriminado. En 2016 publicaciones paraguayas dieron cuenta en que en la región del Chaco, al occidente del país, tan solo ese año fueron talados 25 millones de árboles, dejando desforestado un territorio que duplica la extensión que ocupa la capital argentina.
El secuestro del exvicepresidente no es la primera acción de su tipo realizada por el EPP. De hecho, pareciera ser el tipo de operativos que les caracteriza, junto a la exigencia de que la familia de los plagiados entregue raciones de comida, incluyendo carne, a comunidades que viven en extrema pobreza.
Podrá cuestionarse las acciones de la agrupación armada, pero sin duda algún agradecimiento deben sentir los empobrecidos paraguayos que han recibido algunos alimentos, caridad obligada a punta de fusiles, como resultado de esos métodos violentos de los guerrilleros. En otras comunidades ha podido más el miedo que el hambre. Así lo dejó entrever el rechazo que hizo una comunidad a la carne que la familia de un adinerado ganadero repartía como condición para que éste fuera liberado. Los indígenas expresaron su temor ante la posibilidad de que, una vez liberado el hacendado, se tome represalia contra ellos.