GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ / MEXICO /
Este año se han visto sucesos inesperados, en verdad sorprendentes, registrados en fotografías que hace un año no hubiéramos ni siquiera imaginado, como esas curiosas y divertidas imágenes de animales salvajes –pumas, delfines, cabras silvestres, jabalíes y otros– recuperando espacios, aunque sea momentáneamente, hasta hace poco ocupados por la febril actividad de los seres humanos, sus voces y los ruidos de sus maquinarias. O las instantáneas de la brigada médica cubana arribando a Italia, como verdaderos superhéroes, para contribuir con sus generosos esfuerzos a contener los estragos causados por el Sars-Cov2. A esos inusuales acontecimientos se sumó la reciente y sorpresiva decisión de la Corte Suprema de Justicia de Colombia de ordenar el arresto domiciliario del expresidente Álvaro Uribe, mientras lo investiga por el posible delito de “manipulación de testigos”.
El caso inició después que Uribe, actualmente senador por el derechista Centro Democrático, contrademandara al también senador Iván Cepeda, quien en 2014 lo señaló como uno de los fundadores de “Bloque Metro”, un grupo paramilitar que operó en el departamento (provincia) de Antioquía cuando Uribe era el gobernador. Cepeda respaldó sus acusaciones con las declaraciones de dos importantes exintegrantes de dicho grupo.
El exmandatario rechazó los señalamientos y a su vez pidió a la justicia investigar a Cepeda, a quien acusó de haber comprado a los dos testigos que declararon que Bloque Metro fue creado en una de las haciendas de la familia de Uribe, y que éste, varios de sus familiares y amigos cercanos, habían financiado sus actividades criminales.
Bloque Metro fue parte de las llamadas Autodefensas Campesinas de Colombia, un verdadero ejército paramilitar que operó desde finales de los años noventa hasta el 2006, al que se le atribuyen la muerte de más de 90 mil personas, numerosas acciones terroristas, masacres, torturas y narcotráfico. En el 2000, Bloque Metro era el principal grupo paramilitar en Medellín, donde con la complicidad del ejército colombiano también controlaba a los grupos de sicarios que operaban en la ciudad.
Como parte de sus investigaciones, las autoridades judiciales ordenaron la intervención y escucha de los teléfonos de los testigos presentados por Cepeda. Al “pinchar” los teléfonos de los contactos de los investigados, también fue intervenido un número que resultó pertenecer al exmandatario. Sorpresivamente, las escuchas aportaron indicios para considerar que Uribe y sus allegados han sido los que verdaderamente intentaron manipular a los testigos, al presionarlos para que se retractaran de sus declaraciones.
De esa manera, la maniobra con que Uribe quiso defenderse le salió por la culata y lo ha metido en un embrollo judicial. El arresto domiciliar no significa que se le ha comprobado delito alguno, sino que se cuenta con los elementos suficientes para investigarle, y mientras tanto tendrá restringidos sus movimientos.
En redes sociales Uribe comentó que su arresto domiciliar le ha causado “mucha tristeza”. Es de imaginarse. Después de todo ha sido considerado la figura más poderosa en la política colombiana, como en su momento lo fue Pablo Escobar Gaviria, el principal capo del Cartel de Medellín, grupo con el que la familia de Uribe también habría tenido estrechos vínculos. Documentos desclasificados en 2018 por el Departamento de Estado de Estados Unidos revelaron que funcionarios de la embajada estadounidense en Bogotá contaban con información en 1993 donde se aseguraba que los hermanos Ochoa Vázquez, socios de Escobar Gaviria e importantes capos del Cartel de Medellín, habrían financiado la campaña de electoral de Uribe cuando éste se reeligió como Senador en 1990.
Los nexos entre la familia Uribe y grupos paramilitares o “paracos”, como también les llaman los colombianos, no es algo nuevo. Desde el inicio de la carrera política del actual senador circularon rumores al respecto. Lo diferente en este caso es que al parecer ahora sí le han pillado la cola, y la información vertida por las fuentes estadounidenses son más que simples rumores.
Su hermano menor, Santiago, se encuentra detenido desde 2016 tras comprobarse sus vínculos con “Los doce apóstoles”, otro grupo paramilitar dirigido y financiado por comerciantes y ganaderos, responsable de numerosos asesinatos cometidos durante una supuesta campaña de “limpieza social” realizada en Antioquía en 1993.
Por ahora el mayor de los Uribe, y al parecer también “el paraco mayor” –registrado como el preso número 1087985– no podrá salir de su domicilio, donde cuenta con piscina, caballerizas y una amplia pista para pasear en los equinos. Pese a lo engorroso que sea, el arresto domiciliar vino a resultar muy conveniente porque reforzará la cuarentena (o confinamiento) que debe guardar el exmandatario, pues poco después de conocerse la decisión judicial también se anunció que había dado positivo en una prueba de Covid-19. En estas circunstancias, difíciles para él, Uribe tiene el consuelo de que al menos por ahora no ha presentado los síntomas más serios de la enfermedad.