GILBERTO ROGEL / TORONTO /
La semana pasada el dueño de una franquicia de la cadena más grande de supermercados en todo Canadá esperaba a los clientes en la puerta de su establecimiento, con un gesto muy canadiense les daba la bienvenida y, de manera disimulada, se disculpaba por una situación penosa ocurrida un día antes. 24 horas previas, cientos de personas abarrotaron el pequeño local, la cola para pagar era inmensa, con ello los ánimos se caldearon y algunos llegaron a los empellones y otros más a los insultos.
“I’m ashamed for my country” (“Me siento avergonzado de mi país”) fueron las palabras elegidas por el empresario; especialmente, luego de observar cómo el miedo fue apoderándose de los ciudadanos comunes y corrientes quienes, en los primeros días de la emergencia nacional ante los primeros casos del Corona Virus, hicieron hasta la imposible por conseguir un deseado y muy buscado bien de primera necesidad: un fardo de papel higiénico.
Por increíble que eso parezca, ocurrió en la mayoría de los supermercados de Toronto, la ciudad considerada como el motor económico de todo Canadá. Una de las 7 economías más sólidas del planeta se quedó sin ese bien necesario, en otras palabras, no había papel higiénico por ningún lado.
Sobre este tema, en nuestra visita al supermercado de nuestro sector, les comentaba a mis hijos que a las personas que venimos de países Latinoamericanos, los terremotos, las inundaciones, los huracanes, las sequías, las guerras civiles, etc., nos han enseñado a ser resistentes y a vivir en medio de la escasez. Y si a esto le agregamos la corrupción, los políticos sinvergüenzas, los golpes de Estado, los presidentes mesiánicos, los presidentes ineptos, los presidentes mentirosos, los presidentes mujeriegos, los presidentes elegidos por el Poderoso de los Cielos, y los troles cibernéticos, por mencionar algunos, lo vivido en Canadá a partir de la semana pasada parecía que el tiempo se detuvo o mejor dicho dio marcha atrás.
Si algún día usted amigo lector se puso a conjeturar si el inicio de la tercera guerra mundial sería por el petróleo o por el agua potable, desgraciadamente se equivocó. Ahora nos hemos vuelto más sofisticados, o quizás algo peor, hemos retrocedido muchas generaciones: ahora tendremos que pelearnos con nuestro vecino por un rollito de papel higiénico, ese mismo que usted hace pocos días podía encontrarlo por un dólar en cualquier tienda de la esquina.
Pero algo es muy seguro a raíz de la pandemia del Coronavirus: nos ha dejado desnudos de todos los argumentos de sofisticación que algún día pensamos que teníamos, especialmente en los países de primer mundo, pues el miedo y quizás la ignorancia nos ha ganado la primera batalla. Sin embargo, también nos ha devuelto mucho del ingenio propio de nuestro país latinos, ya que la picardía ha vuelto a ser parte de nuestro diario vivir, la comunicación vía las redes sociales nos ha traído un poco de humor y nos ha permitido tener un poco de relajamiento en medio de esta crisis.
El Coronavirus tendrá que desaparecer pronto con la llegada de la época caliente, los expertos de la ciencia médica encontrarán la vacuna para afrontarlo y los políticos sacarán su tajada de todo esto. Ojalá y nosotros también saquemos algo positivo de todo ello, y que además de reírnos un poco, también logremos evaluar un poco nuestras actitudes diarias y no prestar tanta atención a las fake news, que día a día nos quitan gran parte de nuestra tranquilidad familiar. A lo mejor solo entonces podremos entender que ir al supermercado no es un lujo, que debemos cuidar nuestros valiosos recursos, en particular el deseado papel higiénico, por ahora nuestro mejor acompañante.