FREDDY VELEZ* / TORONTO /
La poesía en español de Toronto perdió a uno de sus grandes exponentes la semana pasada: Pompeyo Saavedra, el poeta, el locutor, el periodista, el político que llegó a Canadá hace casi cuatro décadas como consecuencia de la dictadura militar que vivió su querido Chile.
Le vi por última vez el pasado domingo 9 de Febrero, en una cita concertada entre amigos, a solicitud del mismo Pompeyo Saavedra, que viendo que declinaba hacia lo inevitable le pidió a su hija Valentina que llamase a los que él consideraba sus más caros. “No quiero rito religioso alguno, no quiero pompas ni funerales, solo ver a mis amigos antes”.
En una charla extraña pero sobrecogedora, muy humana, hablamos bastante, como siempre. Le dije a manera de despedida: “Pompeyo, Maestro, que nos salve la poesía!” y él apretó mi mano, clavó su mirada firme en mis ojos y asintió como entregándome el testimonio en una carrera de postas.
El pronóstico médico no era de buenos augurios y él, un hombre pragmático, aceptaba con serenidad pasmosa la contrarreloj que ya era su existencia.
Con 95 años encima decía y lo repitió ese domingo gélido: “ya he vivido lo suficiente. No tengo nada pendiente… ¡quizás me haya faltado conocer Moscú!”, dijo con esa voz potente y hermosa que fue su sello de siempre.
Hombre que quiso mantener el control de su vida hasta el vámonos, les pidió a sus hijos que no lo dejaran en un hospital, que prefería su pequeño apartamento en Bloor y Huron para irse de aquí.
“Gracias por venir, sus visitas me mantienen vivo”, dijo en tono célebre. Estábamos ahí en su cuarto con Tonia Tinsley -la chilena de voz radial -la de Nuestro Chile-; Gloria Castaño y Carlos Castaño -fotógrafos y trabajadores comunitarios, miembros de Bohemia- y estaba por llegar la cantante boliviana Rosario Arce… la lista de visitantes era larga y variada en orígenes y quehaceres, pues Pompeyo cosechó amistades y aprecios entre todos los latinoamericanos de Toronto.
En medio del precario cuadro médico, me sorprendió verle tan claro, tan fogoso como siempre, incluso tan coqueto con las damas: “Oye, Tonia, cómo estás de linda, siempre hermosa”, dijo y soltó una sonrisa pícara que ella que le conocía, y le correspondió con otra sonrisa y tomándole de ambas manos.
El viernes 14 de febrero se ha ido ese hombre chileno, de madre alemana, que fue discípulo del gran Pablo Neruda, que acompañó a Salvador Allende en su lucha por ayudar a los más necesitados; el mismo que fue aviador y que en sus poemas le lloraba bien fuera al amor o a cantores como Victor Jara. El que cuando podía cantaba sin desentonar y con voz de tenor canciones como María Bonita y Malagueña.
Un hombre que vivió con intensidad, que dijo su verdad sin frenos -así le cayese mal al contertulio- y que seguramente tuvo yerros y defectos, pero del cual yo guardo el mejor de los recuerdos.
No alargo esto porque recuerdo que siempre aconsejaba seguir el precepto de Baltasar Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
¡Adiós Pompeyo!, adiós Poeta!
Foto tomada el 22 de agosto del 2014, en el homenaje en vida que le hizo Bohemia, la Peña Cultural Latinoamericana de Toronto, al cumplir sus 90 años de edad.
*Freddy Velez es un periodista, escritor y poeta de origen colombiano que dirige el espacio cultural “Bohemia” en Toronto.