OSCAR VIGIL / TORONTO /
Varios miles de ciudadanos, entre ellos un significativo grupo de latinos, recorrieron las calles del centro de Toronto el fin de semana para marcar las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, que se realiza el 8 de marzo de cada año, y que en este 2019 fue recordado bajo el tema “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”.
Parecía un día perfecto, soleado y con la temperatura a un grado centígrado, primeros números positivos que se veían en el termómetro en semanas… pero mentiroso igual que sol de invierno, porque la brisa, con su aire frio del ártico, colaba hasta los huesos.
Exactamente a las 12:00 del mediodía en la zona de las calles Bloor y Bedford, en el centro de la ciudad, justo a la salida de la estación de metro de St. George y frente al edificio del Ontario Institute for Studies in Education (OISE) de la Universidad de Toronto, los participantes del mitin eran pocos. Una mujer subida en una de las gradas del edificio gritaba consignas, casi afónica.
A su alrededor, sus compañeros conversaban entre ellos, caminaban sin rumbo o se dirigían a las cafeterías cercanas, más para tomar aire caliente que para comprar te o café. El color rojo de las banderas sobresalía por sobre los tradicionales colores negros y grises de los abrigos de invierno.
Pero lo que son los signos de los tiempos: algunos participantes llegaban en zapatillas tenis, mientras otros lo hacían con botas de invierno. ¿Jacket ligera o jacket gruesa? De los dos tipos en tiempos tan confusos como los de la transición del invierno hacia la primavera.
A las 12:30 se veía ya una multitud en la zona, y a la una en punto, como buenos canadienses, las filas de marchantes eran inmensas y estaban en sus puestos para comenzar una jornada que este año la organización de las Naciones Unidas definió bajo el tema “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”.
Era la marcha del Día Internacional de la Mujer 2019, una ocasión que en Toronto se utilizó para celebrar, para bailar y cantar, pero también para protestar y exigir equidad de género. Pero no fue una marcha solo de mujeres, abundaron también los hombres, los jóvenes y los niños. Marcharon familias enteras empujando bebes en coches, disfrutando del clima en las zonas donde pegaba el sol y cubriéndose un poco más cuando pasaban por las sombras bajo los altos edificios o soplaba el viento.
Los caminantes recorrieron la calle Bloor, ocupando solo el carril hacia el este, en dirección a Yonge Street. Frente a ellos, un carro patrulla y una veintena de policías en bicicleta les marcaban el camino. Marcha pacífica típica canadiense, la mayoría caminando en silencio, pero respondiendo a todo pulmón al ritmo de las consignas. “Refugiados, ellos importan aquí, inmigrantes, ellos importan aquí, musulmanes, ellos importan aquí” o “¿Cómo luce la democracia? Así es como luce la democracia” fueron de las consignas más populares coreadas en inglés por los varios miles de participantes en esta demostración cívica de apoyo a la igualdad de género.
Pero no todo fue inglés. El idioma español también se hizo presente en la marcha con pancartas y consignas coreadas por decenas de miembros de las comunidades de origen latinoamericano que viven en la región, quienes cantaron con emoción “Berta no se murió, Berta no se murió, Berta se hizo millones, se hizo millones, Berta soy yo”, en honor a la activista medio ambiental Berta Cáceres que fue asesinada en Honduras el 2 de marzo del 2016.
Los marchantes llegaron hasta la estación del metro ubicada en la intersección de las calles Bloor y Yonge, y cruzaron hacia el sur sobre esta última, la principal calle que cruza por completo la ciudad y que es conocida como la calle más larga del mundo. Aquí comenzaron a ocupar los dos carriles de la arteria para marchar.
Pero al pasar por la estación de Wellesley, varias cuadras al sur, los bajaron del viaje y los redujeron nuevamente a un carril, el que va hacia el sur. Nada fuera de lugar, todo en paz, con alegría, pero con firmeza. La policía siempre acompañándolos, sin prisas, sin malos gestos.
En una esquina, una señora, joven, blanca, típica canadiense, se me acercó y me preguntó a qué se debía la marcha. Le expliqué que era la celebración del Día Internacional de la Mujer y puso cara de asombro. “Para que veas lo informada que estoy de estas cosas”, me dijo y siguió su camino.
En las aceras la gente se detenía para ver a los marchantes, algunos de los cuales iban tocando instrumentos musicales y otros, la mayoría, portando carteles con las más diversas consignas, pero claro, en gran medida relacionadas con los derechos de la mujer y la necesidad de equidad y justicia social.
Al llegar a la calle Gerard, en el corazón de la ciudad más importante del país, la marcha cruzó hacia el este, para ir a desembocar a las instalaciones de la Universidad de Ryerson donde se habían organizado exhibiciones de arte, de política y de temáticas sociales. Más mítines y arengas de todo tipo, sobresaliendo como siempre las bulliciosas concentraciones de los hispanos, esta vez, para protestar en contra de la intervención estadounidense y canadiense en los asuntos internos de Venezuela. Eran exactamente las 2:00 de la tarde.