FRANCISCO REYES / TORONTO /
Desde hace años hemos seguido el debate sobre nuestra identidad cultural en Canadá, en el que muchos “expertos” giran en torno a ciertas terminologías, sin llegar al meollo de este tema crucial.
Discusiones en las que jamás se mencionan a los grandes pensadores de la descolonización latinoamericana que desde el siglo XVIII han reflexionado sobre nuestra identidad.
Por el contrario, se asume el discurso ególatra en el que, más que ahondar en este asunto, se alardea de títulos universitarios adquiridos dentro y fuera de Canadá. Los diplomas no resuelven nada, sino la capacidad individual de quien plantea soluciones prácticas a los problemas.
No es la terminología utilizada en el “Acta de Celebración del Mes de la Herencia Hispano-latinoamericana” lo que se tiene que discutir, sino cuáles elementos culturales nos identifican como depositarios de una simbiosis racial que tiene sus orígenes antes de la llegada de los conquistadores europeos a nuestro continente.
Si bien es cierto que, en términos étnico y ontológico, una legislación no define la esencia de nuestro “ser-en-sí” y de nuestro “ser-en-el-mundo” (simbiosis racial y cultural de América Latina), no menos cierto es que por algún punto debíamos empezar a ser aceptados oficialmente dentro del mosaico cultural canadiense, al reconocerse el derecho que tenemos de celebrar nuestras raíces hispano-latinoamericanas.
Resulta penoso escuchar los discursos divisivos en los debates, en lugar de identificar cuáles son los elementos culturales que nos unen y sostienen nuestra identidad.
Hay quienes se quejan de los aspectos negativos de la colonización europea, como forma de dominación; de los despojos, las violaciones y los genocidios contra los pueblos originarios del continente, sin ver la otra cara de la moneda de lo que somos hoy.
Ciertamente, los colonizadores europeos impusieron sus instituciones e ideologías obligando a colonizados y esclavizados a pensar igual que ellos. Pero nadie puede cambiar los hechos del pasado. Lo único que podemos hacer es evitar que se repitan en el presente y futuro de nuestra historia colectiva proponiendo un modelo de pensamiento que nos unifique a partir de las ideas progresistas de los grandes intelectuales latinoamericanos.
En los actuales debates quieren obligarnos a pensar con ideologías modernas también traídas de Europa. ¿No es ésa una forma de colonización mental, como bien señala el novelista José Saramago?
Quienes pretenden obligarnos a encontrar nuestra identidad con herramientas interpretativas de doctrinas concebidas desde una cosmovisión europea, no se dan cuenta de que están colonizando el “ser-en-sí” del hombre latinoamericano.
Esto no significa una oposición total a ciertas teorías políticas, económicas, sociológicas e interpretativas de la Historia como las planteadas por Carl Marx, pero nos resistimos a esa forma de colonización mental, como nos oponemos a la ideología mercantil del capitalismo, representado por los Estados Unidos.
Creemos en una doctrina política auténticamente latinoamericana, que muchos desdeñan.
América Latina ha tenido y tiene pensadores que plantean la búsqueda de nuestras raíces, a partir de la unidad lingüística, como elemento de integración global, para asumir los valores de una identidad propia sin necesidad de copiar modelos extranjeros, y mucho menos europeos, a los que nos hemos opuesto históricamente como pueblo.
Da la impresión de que los “expertos” sobre nuestra identidad en Canadá no profundizan los textos de los autores latinoamericanos que han contribuido a clarificar lo que somos en término de la identidad cultural, dado que nunca los refieren en los debates, pero se atribuyen el derecho de pensar por los demás.
En un panel realizado recientemente en Toronto, una expositora del tema relacionado con la celebración del “Mes de la Herencia Hispano-Latinoamericana” en Canadá expresó que no se identificaba como hispana. Algo contradictorio (sin negarle su derecho), al expresarlo en la lengua de los colonizadores españoles.
Parece que se desconoce lo que dice Pablo Neruda en el capítulo “Los Conquistadores”, de su libro “Confieso que he Vivido”. Ellos, expresa el poeta chileno, “arrasaron con todo… pero nos dejaron su lengua”, el idioma con que nos comunicamos oficialmente millones de personas en las naciones que fueron colonias españolas en América.
Sin el conocimiento de la extensa bibliografía sobre la Historia y la Cultura de América Latina, es imposible llegar a un consenso en este debate que nos mantiene distanciados, para no decir divididos sin posibilidad de reconciliación.
Quienes aseguran que esta discusión es interminable, están errados. Lo que falta es voluntad para llegar a un punto de convergencia a partir de los elementos que nos unen y no de los que nos mantienen dispersos.
Una conciencia clara para no seguir siendo colonizados ideológicamente: escarbar en los textos de nuestros autores las ideas de un pensamiento político latinoamericano, incluyendo la Filosofía, la Pedagogía y la Teología de la Liberación nacidas en nuestro continente, porque forman parte esencial de esta reflexión, dado que parten del marco antropológico y ontológico de “el ser del hombre y la mujer de América Latina”, lejos del mundo europeo.
En la celebración del “Mes de la Herencia Hispano-latinoamericana” respiremos aire descontaminado del discurso político e ideológico colonizador. Disfrutemos de los eventos artísticos y culturales centrados en la expresión de nuestra identidad.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com