REDACCIÓN / TORONTO /
La noche del sábado pasado presentaba todas las características de tertulia artística, con olor a lluvia y brisa balsámica para refrescar el ambiente. Los amigos cercanos del escritor Ramón Portillo, mejor conocido como Ernesto Jobal Arrozales en círculos literarios más allá de esta urbe, se dieron cita para rendirle un homenaje, en el segundo aniversario de su partida al lugar donde ya no lo despiertan los ruiseñores ni “los cálices del viento”.
Alrededor de las 8:00 pm empezaron a ‘gotear’ los tertulianos en el lugar escogido para el merecido tributo al autor de la novela “La Pelo de Oro”, entre muchas otras, basada en la vida cotidiana salvadoreña durante la mitad el siglo pasado.
Media hora después, el maestro de ceremonia, el escritor dominicano Francisco Reyes, dio inicio al programa no sometido a formalismos, sino a la espontaneidad de los poetas y cantantes que participarían en el homenaje.
Las palabras centrales del evento estuvieron a cargo de María Portillo, esposa del escritor fenecido, quien se refirió a Jobal Arrozales como un hombre que amaba la literatura y que aprovechaba cualquier ocasión para recitar sus poemas producto de sus vivencias dondequiera que podía reunirse con la gente.
Relató que a Ramón Portillo no lo amilanó la enfermedad contraída súbitamente y que, en los últimos días de su vida, ya interno en el hospital, pidió permiso a sus médicos para viajar a conocer a su nieta en Montreal.
Equipado con los medicamentos necesarios para el viaje, se dirigió a aquella ciudad distante en la provincia de Quebec “para dar cumplimiento a uno de sus últimos deseos”.
Agregó que Jobal Arrozales se sintió feliz el día que recibió la noticia de una casa editorial de España en la que se le anunciaba que su novela había sido publicada. “En sus ojos podía leer lo feliz que se sentía al saber que su novela ya veía la luz de la publicación”, agregó María.
Destacó que “fue un hombre dedicado a mantener unida a su familia e inculcar en sus hijos el amor por la literatura. Me sorprendió que nuestro hijo más pequeño, que no tenía ningún interés por la literatura, hoy escribe sus propios guiones para filmaciones”, apuntó.
Dijo sentirse completamente honrada con el homenaje al saber que, “aunque físicamente no esté presente y a veces pienso que está en el espacio vacío de la cama, su recuerdo permanece en cada uno de aquellos que constantemente lo recuerdan”.
Tras las palabras conmovedoras de María Portillo, subió al escenario Ricardo Ramos, mejor conocido como El Chicho, para cantar algunas canciones de las que solía escuchar Jobal Arrozales en las tertulias informales que se armaban en casas de amigos.
Acto seguido, el periodista Oscar Vigil, uno de los amigos más cercanos de Jobal Arrozales, expresó que, en ese momento, si es que hay algún paraíso en el más allá, Ramón debía estar alzando copas con los grandes revolucionarios a los que admiraba, como Fidel Castro, Hugo Chávez y Schafik Handal. El autor de ‘La Pelo de Oro’, manifestó, “era un revolucionario y comunista convencido”.
El poeta dominicano José Toribio subió al escenario a declamar un poema de su propia inspiración en torno a los desastres de las guerras y la destrucción del medioambiente, temas de preferencia de Jobal Arrozales, y la escritora salvadoreña Bertha Ramírez leyó un pequeño capítulo de una de sus novelas testimoniales, en preparación.
Jobal Arrozales hablaba de su posible regreso a la patria amada. Hizo un viaje exploratorio con fines de instalar un negocio propio, pero encontró que las circunstancias no eran favorables y volvió a Canadá. Consciente de ese proyecto del ayer, Francisco Reyes dedicó a su memoria el tango “Volver”, de Carlos Gardel.
Otros artistas locales desfilaron para rendir tributo al escritor y guerrillero a quien sólo lo venció la enfermedad que acabó con su vida el 24 de agosto del 2016, en Guelph, Ontario.