FRANCISCO REYES / TORONTO /
En 1981, Carlos y Gloria Castaño se conocieron siendo jóvenes solteros, sin saber que les aguardaba un destino común como pareja matrimonial y compañeros en el arte de la fotografía. Fue allá, en un pueblito de los alrededores de Medellín, Colombia, donde un tío de Carlos tenía un estudio fotográfico al que Gloria visitó como una clienta más.
“Al mirarnos, se dio el flechazo del amor y desde entonces estamos juntos”, empezó a contar la que luego sería una artista del lente, pero que en ese entonces se dedicaba al negocio de restaurante.
“Al parecer, estábamos destinados a llevar una vida que no nos ha sido fácil, pero hemos tenido grandes momentos de felicidad”, amplió Carlos Castaño, quien la introdujo al mundo de la imagen del ‘flash’. Gloria abandonó los negocios de restaurantes e incursionó de llenó en la fotografía.
Llegar a Canadá no fue tan fácil para ellos. “La razón de nuestra salida de Colombia se produce cuando empezaron a apretar a los narcotraficantes, que crearon grupos de narco-guerrilla, que a su vez crearon bandas de extorsionistas en las ciudades. Fuimos afectados por una banda, que constantemente nos exigía “la vacuna” (extorción) en nuestro negocio de un municipio aledaño a Medellín”, empezó a contar Carlos Castaño, inmutable al narrar su historia común.
“Esos grupos recopilaban datos sobre dueños de negocios y de fincas. Les ofrecían protección a cambio de dinero”, agregó. “Nos visitaron y nos amenazaron. Nos fuimos a otro municipio cerca de la ciudad metropolitana y hasta allí nos siguieron, por lo que decidimos irnos del país en 1995”.
Se dedicaban más al diseño gráfico. Aprovecharon la documentación legal a su alcance para solicitar visa hacia los Estados Unidos, “donde vivía mi papá, quien decidió acogernos para empezar una nueva vida, con nuestros dos hijos, Mateo y Simón, que tenían dos y cinco años, entonces”.
Carlos cuenta que de inmediato consiguió un trabajo de supervivencia, “pero luego decidimos abrir nuestro propio estudio, que tuvimos por 11 años cubriendo eventos y haciendo fotografías en general”.
En los EE. UU. iniciaron el proceso de legalización, duraron 13 años, pero el ataque a las Torres Gemelas en el 2001 cambió las prioridades del refugio, agravadas por la invasión a Afganistán y luego a Iraq, en el 2003.
“Nos quedamos en el limbo. El porcentaje de aceptación era muy bajo debido a esa situación”, se lamentó Carlos, secundada por Gloria, quien sólo dijo: “Era desesperante”.
Pero escucha atenta la historia, como si por su mente pasaran las escenas del asilo provocado por la situación de inestabilidad política y militar de su Colombia natal, que los desenraizó de su medio ambiente.
Los abogados asesores les aconsejaron no intentar hacer nada en ese momento, confiados en que se produciría una amnistía o el programa conocido luego como DACA, de protección a los menores ingresados a los EE. UU. por padres indocumentados.
En el 2007, la posibilidad de refugio en los EE. UU. era de 5% y en Canadá, de 95%. “Supimos de la ‘Opción Canadá’. Buscamos en internet y nos dimos cuenta de que la política migratoria de este país era más humanitaria”, expresó.
Decidieron solicitar refugio en Canadá. Carlos vino primero y luego el resto de la familia. Tuvieron una sóla entrevista y en un año les hicieron un ‘proceso expedito’ que les otorgaba la residencia permanente. Años después, se hicieron ciudadanos.
En cuanto al proceso de adaptación en Canadá para Gloria no fue difícil, “ya teníamos vida establecida en los EE. UU. Allí criamos a nuestros hijos y trabajamos. Era la segunda inmigración. Estar identificados con la cultura de EE. UU. nos permitió la transición, pero con otro número”, explicó.
“Aunque era empezar prácticamente de cero, con unos hijos con otras necesidades. Buscar colegios, buscar trabajo, intentando hallarlo en el campo de la fotografía”, agregó.
“Tuvimos algún choque cultural residiendo en un área de Toronto habitada por personas de diferentes culturas. Un ambiente de completo silencio. Nuestros hijos fueron víctimas del acoso o ‘bullying’ y nos vimos obligados a cambiarlos de escuela”, expresó Gloria.
Pero superadas esas barreras, Carlos y Gloria comprendieron nueva vida en Toronto. “Los requerimientos para vivir en Canadá son diferentes a los de EE. UU. Hicimos trabajos de sobrevivencia y a la vez nos fuimos a estudiar”.
“Tuvimos que recomenzar, tratando de instalar el mismo negocio que teníamos en Colombia. La gente aquí es muy conservadora con su dinero y confrontamos pérdidas”, continuó Gloria.
Pero no se dieron por vencidos. Instalaron junto a otra persona un estudio de fotografía. Luego alquilaron un espacio más amplio en Saint Claire Ave. “Evoke Photography and Gallery. Allí, el pintor cubano Félix Ramón Heredia presentó sus cuadros sobre Roque Dalton. También se puso en circulación la obra “Charamuscas de los Años”, poemas gauchescos de René Fuentes, conocido como ‘Juan Don Naides’.
El negocio se convirtió en centro de consultas donde los adultos mayores acudían buscando soluciones a los problemas de la fotografía tomadas con la tecnología moderna de los celulares. A Gloria se le ocurrió crear un curso para personas tercera edad y, tras conseguir un subsidio con Toronto Art Council, llevan varios años en ese proyecto, cuyas fotos se exponen en la organización de seniors ‘Collective 65’ creada por ellos, en la que también hay cabida para personas más jóvenes.
Esta pareja profesional y matrimonial es un ejemplo de que como familia pueden alcanzar los mismos objetivos.