¿First-past-the-post o Representación Proporcional? El silencio da paso al debate

HORACIO TEJERA / TORONTO /
No es un tema que se mencione en los mensajes que los partidos políticos y sus candidatos envían a sus simpatizantes buscando un entusiasmo que se traduzca rápidamente en donaciones, aplausos, votos y poder.
Es un tema que se elude, que se silencia, al menos mientras es posible silenciarlo.

El sistema electoral en uso en Canadá, conocido vulgarmente como “first-past-the-post” (FPTP), se originó en el contexto sociopolítico de la Inglaterra medieval del Siglo XII y fue adoptado luego por una sociedad colonial, elitista y rural que poco y nada tiene que ver con el país que conocemos hoy.

La esencia del FPTP es que en cada circunscripción sólo se elige un representante. Así, quien gana (independientemente del caudal de apoyos que haya obtenido) es quien representa a todo el electorado. El elegido entonces representará tanto a quienes lo votaron como a quienes no.

El sistema (y esto es especialmente cierto en contextos en los que compiten más de dos opciones) conduce a que los partidos que triunfan obtengan normalmente mayorías artificiales y desproporcionadas en detrimento de los partidos que pierden. Un altísimo porcentaje de los votantes (por lo general más de la mitad) no obtiene ningún tipo de representación y ambas situaciones dan como resultado una ciudadanía apática que retacea su participación, contribuyendo a debilitar el sistema y, en los hechos, a deslegitimarlo.

De ese modo, elección tras elección, los efectos del FPTP son similares a los que se vivieron el jueves 7 de junio en la Provincia de Ontario y que, aunque ampliamente conocidos, vale la pena repasar.

El candidato del Partido conservador, que obtuvo el 40% de los votos, gobernará con el respaldo del 60% de los parlamentarios. Una mayoría 20% mayor a la real.

El NDP, con el 33% de los votos obtuvo el 31% de los escaños parlamentarios, el partido Liberal, con el 19% de los votos se vio reducido al 4%, en tanto que el Partido Verde, con un 4% de los votos obtuvo una representación del 0.7%. Y lo que es aún peor: el 52% de la ciudadanía de Ontario no tendrá ninguna clase de representación parlamentaria durante los próximos 4 años.

Esta mecánica que ha sido definida como “dictadura de las mayorías artificiales”, en la que tres partidos le ceden a otro una parte sustancial del apoyo que han recibido, es no sólo absurda sino sobre todo injusta.

La que a juicio de sus defensores es su principal “virtud”: facilitar que quienes triunfan gobiernen sin realizar acuerdos con otros partidos, no sólo no es una virtud, sino que genera gobiernos poco dispuestos a negociar y una cultura política rígida, en la que quienes mejor se posicionan dentro de cada partido tienden a ser sus elementos menos dialogantes, menos flexibles y más dogmáticos.

Por supuesto, esas características del FPTP (generar injusticia electoral, desalentar el diálogo entre formaciones políticas afines y favorecer la apatía y el desencantamiento) no son privativas de Canadá. Un número creciente de países que aún mantenían este sistema lo abandonaron en las últimas décadas. Sólo la tercera parte de las naciones del mundo (en general excolonias británicas) conservan un sistema electoral como el que Canadá se empeña en considerar normal. Pero eso está cambiando. Y ese cambio se acelera.

La vieja aspiración de introducir elementos que incrementen la justicia electoral en Canadá que compartieron a lo largo de décadas personalidades tan diferentes como Pierre Eliot Trudeau, Jack Layton o Stephen Harper, esa aspiración que el partido que hoy gobierna a nivel federal alentó en el período preelectoral pero desactivó luego, será sometida en octubre a un referéndum en British Columbia.

Una situación similar se vive en Quebec, donde tres de los cuatro partidos mayoritarios firmaron un acuerdo comprometiéndose a implementar un sistema proporcional tras las elecciones que se celebrarán en otoño.

Son pasos todavía tímidos, pero alentadores. La aceptación silenciosa de un sistema poco respetuoso de la voluntad de los electores, da paso al debate. Nuestra comunidad, que tiene con la representación proporcional una afinidad histórica, podrá tener voz en ese debate que nos incumbe a todos. Será interesante continuar reflexionando sobre el tema.