FRANCISCO REYES / TORONTO /
Cuando en 1980 el conflicto armado arreció en El Salvador, tras el asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, muchos jóvenes veían con impotencia cómo se desangraba el país con una guerra que, al fin de cuenta, sólo dejó decenas de muertos y heridos, millones de exiliados y una secuela de problemas sociales, políticos y económicos que todavía afectan a la nación centroamericana.
Eusebio García era uno de los tantos jóvenes estudiantes salvadoreños que abogaban por una salida negociada al conflicto, en lugar de participar en las luchas armadas de hermanos contra hermanos.
En 1984, al terminar la secundaria, optó por el exilio a hurtadillas. “Salí de una forma irregular de mi país. Me fui a Guatemala. De ahí pasé a México y luego a Estados Unidos. En ese país fui arrestado por la inmigración gringa y llevado al centro de detención conocido como El Corralón, en Texas, donde permanecí tres meses, hasta que me dejaron en libertad”, empezó a contar.
Fue ésta la consecuencia inmediata de querer escapar de aquella vorágine en la que aparecían a diario por cada rincón del país víctimas inocentes asesinadas, decapitadas, que se sumaban a los caídos en combates.
“Al salir en libertad solicité el asilo en Canadá bajo un programa especial para refugiados salvadoreños. El 13 de diciembre de 1985 entré a este país como residente permanente. Vine ‘chamaco’. Tenía 20 años de edad”.
“La primera dificultad con la que me encontré fue, obviamente, la barrera del idioma”, agregó, abundando que “tuve que hacer esfuerzos para superarla. El programa para refugiados nos exigía aprender el idioma. Nos daban una subvención del Estado para comida y vivienda, con la condición de ir a la escuela. Ingresé en el George Brown College, donde terminé cursando la carrera de Trabajo Social y Servicio Comunitario”. “Era un programa a través de manpower, que duraba un año, hasta que uno encontrara trabajo”, enfatizó.
Dijo que tan pronto terminó su carrera se insertó en el trabajo comunitario para ayudar a otros inmigrantes que, como él, habían corrido la misma suerte de tener que abandonar su país a causa de la guerra.
Al referirse específicamente a la diáspora salvadoreña en Canadá, Eusebio García contó que mucho antes de su llegada había compatriotas suyos que realizaban labores sociales para ayudar a sus coterráneos.
“Desde antes de la década de 1980 ya había en Canadá un número significativo de salvadoreños organizados en pequeños grupos para asistir a los que venían llegando. Yo participaba en tareas de recaudación de fondos en algunas de esas organizaciones, hasta llegar a ser presidente del Centro para Gente de Habla Hispana, en el momento en que se compró el edificio que hoy alberga a esa institución”, agregó.
“Hay otros centros comunitarios en los que participé, entre ellos SalveAide, de cuya directiva sigo siendo miembro. Con los salvadoreños hemos combinado trabajos que de alguna forma han contribuido a su establecimiento en Canadá”.
Eran los tiempos en que los salvadoreños llegaban en masa a este país. Miles de ellos habiendo desafiado el peligro de cruzar fronteras a pie, arriesgándose a nadar ríos caudalosos para salvar sus vidas. Expuestos a la deshidratación del desierto estadounidense. A la muerte de los asaltantes de los caminos. A la entrega a las autoridades migratorias por los mismos ‘coyotes’ que debían cruzarlos para alcanzar el, muchas veces truncado, ‘sueño americano’.
Eusebio había vivido en carne propia aquella tragedia de la que no escaparon decenas de miles de sus compatriotas y no escatimó esfuerzos para, una vez establecido en Canadá, hacer menos pesarosa su llegada.
En julio del 2004, junto a otros de sus compatriotas, fundó la Asociación Salvadoreña Canadiense (ASALCA), de la cual es su actual secretario. Esta iniciativa “surgió con la idea de vincularnos a la realidad de El Salvador, pero también con la idea de que nos diéramos cuenta de que había presencia salvadoreña a nivel local y ayudar a muchos en su inserción a la sociedad canadiense”.
Entre los logros de ASALCA citó la ayuda a niños de bajo recursos en El Salvador con un programa de becas. “Comenzamos con un grupo de escolares en el Departamento de San Vicente, después organizamos otro en el Departamento de Chalatenango”.
La labor de esa asociación, según Eusebio García, también se ha ampliado en el área de salud. “Hemos viajado por varios años con brigadas médicas hacia El Salvador. Hemos llegado con médicos y enfermeras canadienses. Ha sido un trabajo de mucha logística para poder asistir a comunidades necesitadas de nuestro país, principalmente en la frontera con honduras”.
Explicó que esos proyectos son financiados con la ayuda de particulares y con los fondos recaudados en dos actividades al año, que coinciden con el rescate de la memoria histórica. Estas son ‘Romero Vive’, en el mes de abril, y el ‘Festival del Maíz’, en el verano.
Al evaluar los 32 años que lleva viviendo en Canadá, Eusebio lamenta que la guerra lo expulsó de su país, “pero llegué a Canadá donde encontré un camino de realización personal y contribuir al desarrollo de nuestro país, El Salvador”.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com
“Llegué a Canadá donde encontré un camino de realización personal y contribuir al desarrollo de nuestro país, El Salvador”, dice el dirigente comunitario Eusebio García