Periodismo formal ¿para qué?

Redes SocialesFRANCISCO REYES / TORONTO /
Después de un breve período de ausencia en las páginas de este medio de la prensa hispana de Canadá, vuelvo “como la aurora y el ocaso” para reasumir el compromiso de escribir en defensa de los intereses de nuestra comunidad y para informar a mis lectores que no claudicaré al oficio, mientras fluya el tintero.

Pero este regreso con ideas frescas plantea interrogantes en torno a la misión del periodismo formal en un mundo contaminado con la mentira –oficial y extraoficial- bombardeada sutilmente en los medios de comunicación conocidos como redes sociales.

En un ambiente en que las redes sociales pretenden suplantar a la prensa institucional, cabría preguntarse para qué sirve ya el periodismo formal. Hoy por hoy, cualquier persona con un celular equipado con cámara y micrófonos modernísimos puede difundir por internet hechos que ocurren al momento, sin necesidad de esperar la llegada de una unidad móvil de reporteros profesionales para cubrir la información.

Sin embargo, ¿esto implica que quien sirve la información tiene conciencia clara de que la noticia difundida sea veraz para rendir un buen servicio a la sociedad o hacerle más daño que ciertos medios de prensa le infligen perversamente? ¿Qué persiguen, en última instancia, ocupando un lugar que no les corresponde en la palestra pública?

En ocasiones he observado fotos y vídeos que llegan al celular conteniendo informaciones inescrupulosas y concupiscentes que desvirtúan la esencia del periodismo formal. Lo penoso es que muchos cazadores de informaciones callejeras, sin ninguna formación en academias de periodismo, faltan a la ética de esta noble profesión y presumen ser merecedores de la toga y la diadema de “periodista”.

Cabría de nuevo preguntarse: ¿reemplazarán los informadores improvisados a los periodistas profesionales? ¿Qué porcentaje de credibilidad posee el periodismo empírico?

La ética del periodismo formal exige una serie de protocolos que, de no seguirse, pondrían a muchos ante los tribunales de la justicia ordinaria por desconocer las reglas de juego, tales como publicar fotos y vídeos caseros en las redes sociales, sin consentimiento de personas que no quieren aparecer en los medios de prensa. Es aún mucho más peligroso cuando se trata de transmitir a la sociedad noticias mentirosas que desinforman a los más vulnerables.

No son pocas las demandas judiciales que se hacen alrededor del mundo en las que los afectados reclaman indemnización monetaria a quienes desconocer los protocolos de las publicaciones periodísticas, manipulando la verdad.

Frente a tanta manipulación de la verdad me cuestiono si vale la pena “supurar” tinta en el papel para sumarme al coro de los falsos comunicadores sociales. Obviamente, hay quienes persiguen que sus informaciones se vuelvan “virales” con el fin de hacer dinero, usurpando la profesión del periodismo. Verdaderos “lobos vestidos de ovejas” sin medir consecuencias.

Esto no niega que el verdadero comunicador social sueñe con publicar una información que le dé la vuelta al mundo y su labor sea reconocida, al extremo de merecer una premiación internacional. Pero no es el sueño obsesivo del “ganapán” que anda cazando con imprudencia informaciones exóticas, en un safari por las calles de las grandes urbes para vender su “producto” por internet.

No negamos que las redes sociales han venido a rendir un excelente servicio a la humanidad. Basta con recordar las revueltas ocurridas hace varios años en el norte de África. Gracias a la comunicación a través de teléfonos celulares, cayeron las añosas dictaduras de Túnez, Egipto y Libia, entre otras que ya están tocando su fin, como la de Bashar Al-Ásad, en Siria.

El periodista auténtico hace acopio de la prudencia, una de las cuatro virtudes cardinales, para discernir si lo que ha de publicar conviene o no a la sociedad, desde el punto de vista de la ética profesional, cuidándose de los enemigos encubiertos que se dan a la tarea de difamarlo. Pero, aun así, los detractores son necesarios.

Cierta vez le informaron a Napoleón Bonaparte que uno de sus egregios generales se había declarado su enemigo y lo detractaba frente a las tropas. El emperador francés respondió que era la mejor noticia que recibía ese día, ya que no sabía convivir sin enemigos porque ellos se encargaban de darle vigencia. También Jesús, para poder predicar con eficacia “las Buenas Nuevas del Reino de Dios a los pobres”, necesitó de los fariseos hipócritas que buscaban hallarle alguna falta para difamarlo en la sociedad judía.

El discurso periodístico busca no sólo informar, sino también orientar y educar con apego total a la verdad. Cumplida esa finalidad, el periodista formal realiza su labor sin temor a ser sustituido por el cazador de noticias rústicas para las redes sociales. Sin dar importancia a los que envidian el arte de llegar con eficacia a la conciencia del buen lector, sin apelar al sensacionalismo ni pretender que su labor sea viral.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com