FRANCISCO REYES / TORONTO /
La situación política, económica y social que sacude a Venezuela presagia un escenario catastrófico cuyas consecuencias podrían ser aún más desastrosas que la crisis humanitaria que afronta la nación sudamericana.
La intransigencia y terquedad del presidente Nicolás Maduro han incrementado las manifestaciones callejeras que, sumadas a la delincuencia común, han dejado hasta el domingo pasado unos 36 muertos, centenares de heridos y miles de encarcelados, en más de un mes protestas.
Puede decirse que Venezuela es actualmente un Estado fallido guiado hacia la incertidumbre por una clase política gobernante que no ha sabido dar continuidad al proyecto de “Revolución Bolivariana” ideado por el fenecido Hugo Chávez. De hecho, los actuales dirigentes del oficialismo han sepultado el “socialismo chavista del Siglo XXI”.
Esta crisis parece no tener solución y se presenta como detonante de golpe de Estado, la guerra civil y la subsecuente intervención armada de EEUU, que ansía invadir a como dé lugar para ejercer control sobre el petróleo venezolano y lograr la hegemonía militar regional desde la nación bolivariana. En consecuencia, la semana pasada el Congreso norteamericano aprobó nuevas sanciones contra el gobierno del presidente Maduro, aumentando la crisis humanitaria.
No es sorprendente que tras la muerte de Chávez el país camine por la senda del caos, dado que Venezuela ha transitado históricamente entre férreas dictaduras y la anarquía, con escasos períodos democráticos aprovechados por los políticos inescrupulosos que la han convertido en feudo personal.
De mantenerse el estado de represión y persecución, es seguro que se producirá el éxodo masivo de opositores al gobierno. Temerosos de ser encarcelados, muchos disidentes se han exiliado en Colombia y el norte de Brasil. Nadie podría dudar que algunas de las oleadas de los que huyen de la vorágine terminen refugiándose en Canadá, país que ha reasumido su política de “puertas abiertas” a los que solicitan el refugio político. Pero los expatriados venezolanos prefieren países menos fríos.
No es accidental que Canadá se adelantó a expresar su preocupación por la crisis. El pasado 9 de abril, a pocos días del inicio de las actuales protestas, el parlamentario liberal Michael Levitt (MP York-Centre), director del Sub-comité de los Derechos Humanos Internacionales, adscrito al Comité de Política Exterior y Desarrollo Internacional, en el Parlamento, convocó a sus miembros para analizar la problemática venezolana.
En copia enviada a este periodista por la oficina electoral de Levitt en Toronto, el 20 de abril, se resumen las conclusiones publicadas por el referido sub-comité, exigiendo del presidente Maduro “dejar inmediatamente en libertad a los presos políticos”, “realizar las elecciones pospuestas y permitir el monitoreo internacional para comprobar si son libres y justas”. Además, “permitir el acceso completo de los trabajadores humanitarios y los miembros de apoyo de la sociedad civil que colaboran para aliviar la aguda crisis humanitaria”.
Destaca también “la necesidad del gobierno canadiense de promover la restauración del orden constitucional” y “permitir a los venezolanos disfrutar de los derechos fundamentales”.
El caos ha repercutido en El Vaticano. El 29 de abril, el Papa Francisco pidió a las naciones del continente ayudar a buscar “soluciones negociadas” y “con condiciones”, dentro de un clima de respeto a los derechos humanos, para evitar más violencia en Venezuela, sacudida por “una grave crisis humanitaria”.
Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Paraguay, Perú y Uruguay, las primeras en responder al llamado del Pontífice, reiteraron la necesidad del “cese de los actos de violencia, la plena vigencia del Estado de Derecho, la liberación de los presos políticos, la plena restitución de las prerrogativas de la Asamblea Nacional y la definición de un cronograma (electoral) nacional”.
Como se ve, esa posición coincide con la del sub-comité parlamentario canadiense, que se había adelantado a denunciar la situación, proponiendo soluciones a la misma.
La semana pasada, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México y Paraguay deploraron en un documento conjunto “el deterioro de la situación interna y el recrudecimiento de la violencia en Venezuela”.
Aunque Maduro fue respetuoso ante la solicitud del Papa Francisco, prácticamente ha objetado las propuestas de las naciones hispanas y, por seguro, las de Canadá, para negociar la salida de la crisis con elecciones libres. Por el contrario, propone una Constituyente, en lugar de elecciones, para reformar la Constitución de 1999.
Abogamos para que Canadá, en el marco de la OEA, ocupe un lugar importante en la comisión hemisférica que debe ayudar a poner fin al caos, sin la presencia de Estados Unidos, que obstaculizaría las negociaciones.
La participación de Canadá es, además, necesaria en materia de refugio, para evitar el éxodo masivo de venezolanos, que podría crear con los desplazamientos una nueva crisis regional de refugiados.
Las puertas de Canadá deben permanecer abiertas a los venezolanos en este momento en que la situación se deteriora y las protestas buscan poner fin al régimen chavista de Nicolás Maduro.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com