Los mártires de chicago y el día de los trabajadores

CHIQUI RAMÍREZ / TORONTO /
A lo largo y ancho del planeta se conmemora el día de los trabajadores el primero de mayo, solamente en Estados Unidos y Canadá se celebra el día del trabajo o “Labor Day” el primer lunes de septiembre. En un intento por borrar las gloriosas luchas de los trabajadores del mundo, estos países han cambiado la celebración de un hecho heroico e histórico que normaron las jornadas ilimitadas de trabajo.

La consigna de los Mártires de Chicago: «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa» fue hecha realidad gracias al sufrimiento y la sangre miles trabajadores no sólo en los Estados Unidos, sino que en todos los países industrializados de la época. La conmemoración de los mártires de Chicago el primero de mayo, nos lleva a reconocer el esfuerzo y entrega por la causa que benefició a millones de trabajadores en todo el planeta.

“El escenario de esta tragedia fue Chicago, una ciudad pujante, que entre las décadas de 1870 y 1890 creció a un ritmo acelerado, de 298,000 habitantes a 1.099,850, atrayendo a una abundante mano de obra inmigrante para cubrir las necesidades de la creciente industria”.

Después de un incendio que en 1871 destruyó a la ciudad casi por completo, ésta fue reconstruida, literalmente, de las cenizas. De una ciudad primordialmente comercial, Chicago se convirtió en un centro dinámico del desarrollo industrial norteamericano, donde las principales industrias fueron la carne, metalurgia, maquinaria pesada, textil e imprenta. El 45% de la población era parte del proletariado industrial en su mayoría inmigrantes. Es ahí donde se desarrolló el movimiento sindical y anarquista de Chicago. Fueron años de gran violencia de clase. Las protestas por mínimas que fueran eran reprimidas con el despido y la criminalización a cualquier forma de organización. Las huelgas eran motivadas por el hambre y la desesperación.

El uno de mayo de 1886 en Haymarket Square, en Chicago, Estados Unidos, una serie de protestas se llevaron a cabo con paro de labores para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Días antes, el New York Times del 29 de abril de 1886 argumentaba que: «Además de las ocho horas, los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarquistas”.

Las protestas subieron de tono y la explosión de una bomba lanzada por la policía de Chicago desató la represión brutal contra los obreros. El temor de que la explotación desmedida de los trabajadores fuera normada, legislada y ejecutada, hizo que los capitalistas pidieran “una dieta de rifles a los obreros, a ver si gustaban de ese alimento”.

Fueron movilizadas 20,000 tropas de la milicia y de la policía reprimiendo a los huelguistas desarmados. Este combate desigual terminó en una carnicería en contra de los obreros en Maryland, Pittsburgh, Baltimore, Reading, Cumberland y Chicago. Siete oficiales y cuatro protestantes murieron en los enfrentamientos, decenas de personas quedaron heridas.

En Haymarket Square, en Chicago, fueron capturados los líderes August Spies, Albert Parsons, George Engel y Adolf Fischer. Louis Lingg, que se suicidó un día antes de la ejecución a fin de evitar la horca. Tres obreros más, Samuel Fielden, Oskar Neebe y Michael Schwab, debieron pasar varios años en la cárcel.

En la actualidad, la jornada de ocho horas diarias se ve como algo “normal”, que siempre ha estado allí, a la par de reivindicaciones laborales como el pago del séptimo día, las vacaciones pagadas, el seguro de desempleo en algunos países, la indemnización por despido injustificado, el derecho a la organización de los trabajadores, los permisos pagados de maternidad y otras muchas.

Sin conocer o recordar que esas reivindicaciones laborales se alcanzaron a través de luchas y sufrimiento y que actualmente se van perdiendo ante el avance de la globalización, la privatización de empresas estatales, la venta de los recursos nacionales a empresas transnacionales, el despojo de tierras, los sueldos de miseria y nuevamente en el caso de la producción masiva de caña de azúcar, palma africana (donde se produce), producción de sal, levantamiento de cosechas, empleados de comercios y otros, regresan a los trabajadores del campo y las ciudades las jornadas de más de ocho horas, con pago de salarios debajo del mínimo y sin ninguna prestación laboral, sin derecho a organización como en el caso de la transnacional Walmart.

La corrupción de líderes sindicales alejados totalmente de las demandas que dieron origen a dichas prestaciones, nos recuerda ahora la perversión del capitalista de Chicago de esos años, Jay Goud, ante la división de las clases trabajadoras, cuando afirmaba que: “yo puedo contratar a la mitad de la clase trabajadora para que asesine a la otra mitad, si quiero”.

La lucha por las reivindicaciones de los trabajadores sigue vigente. No olvidemos a los mártires de chicago. ¡Que viva el primero de mayo!
*Chiqui Ramírez puede ser contactada en ixlajuj@gmail.com