OSCAR VIGIL / TORONTO /
Pareciera que la paloma de la paz voló el fin de semana sobre las ciudades más importantes de Colombia. Pero muchos, temerosos a lo nuevo, a lo incierto, le tiraron bala y la dejaron malherida. Esa es la democracia, imperfecta, dolorosa para los más afectados por una guerra de más de cincuenta años, pero es la democracia al final de cuentas.
De acuerdo con los primeros cómputos, en Canadá, quienes fueron a votar al referendo por la paz en Colombia el domingo pasado, le dijeron abrumadoramente “sí” a la paz: El 63.54% de los colombianos que ejercieron su derecho votaron “sí”, contra el 36.45% que dijo “no”.
Sin embargo, todo indica que en este país tampoco hubo mucho interés en este proceso democrático, dado que únicamente fue a votar el 24 por ciento de los colombianos que están inscritos en el padrón electoral, que tiene un total de 17,355 votantes. Este porcentaje implica que de ese total únicamente se presentaron a sufragar su voto 4,238 colombianos.
En Toronto, los partidarios del “sí” prácticamente armaron fiesta para promover el voto a favor de la paz en su país. Una semana anterior se tomaron el Nathan Phillips Square, ubicado en el corazón de la ciudad, con tambores y danzas, y el domingo pasado, día del plebiscito, se concentraron frente al Consulado de Colombia para pintar una pancarta gigante a favor de la paz en el país que los vio nacer.
Pero perdieron. Con una abstención total del 60% de las personas habilitadas para votar, el 50,21% de los votantes rechazó la paz, contra el 49,78% que se decantó por el “sí”.
Es definitivamente una tragedia que deja muy mal parada a Colombia en el escenario mundial, pero, sobre todo, que deja en la incertidumbre particularmente a las poblaciones rurales pobres que son quienes durante décadas han sufrido los estragos de la guerra.
Habrá que esperar los siguientes pasos de los actores del conflicto, para poder determinar si esa pobre paloma de la paz se va a poder recuperar del golpe y, finalmente, va a poder hacer su nido en ese sufrido país.