FRANCISCO REYES / TORONTO /
Hace unas semanas, acompañé en calidad de intérprete a un señor que tenía una cita en la sección de Cardiología del nuevo “Humber River Regional Hospital” (HRRH) de esta ciudad. Mientras esperábamos turno, pensé en ese moderno hospital computarizado, primero en su clase en las Américas.
Ya en la sala de consultas se presentó un enfermero. Saludó y preguntó por el señor Martínez, con la mirada fija en la mía. Con el índice le señalé al paciente. Leyó unos papeles. Le colocó cuatro broches engomados en el pecho y de ellos conectó unos cables que salían de un aparato computarizado. Anotaba cuantos números iban apareciendo en la pantalla, a medida que oprimía una tecla. En eso agotó unos diez minutos.
Dejó los resultados sobre una mesa. Desconectó los cables. Nos dijo que le médico vendría en seguida y se marchó. Al poco reto se presentó el galeno. Reconoció al paciente y le sonrió, pues en junio le había colocado un marcapasos. Empezó a interpretar cifras y sonreía. Al final, levanto el pulgar, en señal de éxito.
Le abrió la camisa. Miró la cicatriz y volvió a levantar el pulgar con el puño cerrado. Hizo algunas preguntas, que yo traducía a nuestro idioma, sobre la condición de salud de su paciente, que respondía sí o no. Le puso cita para marzo. Nos despidió. Nos marchamos.
Al salir, don Miguel me dijo sorprendido que era prácticamente la primera vez que un médico lo examinaba sin ponerle la mano. Le respondí que el examen lo había hecho la computadora y que el médico, al leer los números, ya sabía cuál era su condición de salud.
En verdad no comprendía que aquel aparato digitalizado había reemplazado al termómetro tradicional, al estetoscopio y al electrocardiograma.
En efecto, con el desarrollo de la medicina computarizada el paciente se ha convertido en un objeto más de la tecnología moderna, que lo ha despersonalizado porque los médicos se basan en lo que dicen los aparatos computarizados y no en lo que pueda expresar el paciente con respecto a su estado de salud. Hoy por hoy hasta las emociones se miden en término de números.
¿De dónde viene esa deshumanización del hombre mediante el uso de la tecnología médica computarizada? Recuerdo a mi profesor de Filosofía, con quien tomé unas siete asignaturas correspondientes a esa carrera, entre ellas, tres cursos de “Historia de la Filosofía” y “Corrientes Actuales de la Filosofía”.
En el curso tres de “Historia de la Filosofía” analizamos el pensamiento positivista de René Descartes. Sus teorías sobre la mecánica del universo y la cuantificación de la materia en el macro y microcosmos.
Para Descartes, el universo- y todo lo que éste contiene- es matemáticamente cuantificable, en cuanto que es material. En consecuencia, el cuerpo humano, que es materia es numéricamente cuantificable, independientemente de las sensaciones y emociones que éste produce.
Las corrientes filosóficas derivadas del pensamiento de Descartes empezaron aplicar en las ciencias positivas el concepto de la cuantificación de la materia –que no era nuevo, pero no despojado de los sentimientos humanos.
La Psicología también siguió las teorías cartesianas en el campo de la experimentación de la conducta humana en términos numéricos, de donde surgió el Conductismo, seguido por la corriente psicológico- filosófica de William James conocida como Pragmatismo o Utilitarismo. Las bases estaban dadas para despojar al hombre de todo lo referente a su humanización, como se ha visto en algunas de las actuales corrientes filosóficas.
El profesor Nelson Minaya, graduado en Psicología en Lasalle College, de Filadelfia, doctorado con máximos honores en Filosofía, en Fordham University, dirigida por sacerdotes Jesuitas, predecía en ese entonces que un día la medicina, incluyendo la Psicología y la Psiquiatría, confiaría más en los resultados numéricos de los aparatos que empleaban, que no en lo que a simple vista podía ver en los pacientes.
Si una persona tiene un rostro triste, esta emoción se determina por tantas o cuantas pulsaciones o latidos cardíacos, la temperatura del cuerpo, la segregación de insulina y de adrenalina, etc.
Ese ilustre profesor dominicana, ido a destiempo al cometer el suicidio dentro de una sociedad que se le presentó hostil por ser homosexual, además de excelente filósofo, era poeta, cuentista, crítico de arte en general y ganador a fines de la década de 1990 del Premio Nacional de Ensayo, auspiciado por el Ministerio de Educación de la República Dominicana.
No se equivocó en su predicción. Lo recordé en el momento en que pensaba en el HRRH. De sus estudiantes de Filosofía he tenido el privilegio de ser quizás el primero de comprobarla en el terreno de los hechos en este monstruoso centro de salud de Toronto.
Desde la perspectiva de la medicina computarizada no somos más que piezas del engranaje de la mecánica del universo, descubierta por Descartes, cuya filosofía produjo el desgarramiento del pensamiento occidental, la ruptura con la tradición filosófica clásica y la separación del hombre y la Naturaleza con su creador.
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