FRANCISCO REYES / TORONTO /
A principio de este mes tuvimos dos celebraciones importantes en Hispanoamérica: la fundación de la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana, el 5 de agosto de 1496, y la fiesta de la ciudad de San Salvador, fundada el 6 de agosto de 1525.
La festividad del Salvador del Mundo fue instituida en 1457 por el papa Calixto III, en acción de gracias por la victoria de los ejércitos cristianos sobre las tropas de Mehmed II, en 1456 durante el sitio de Belgrado.
Es importante saber que los nombres de la mayor parte de las naciones que integran la América Hispana o Hispanoamérica tienen su origen a partir de la colonización española, en 1492.
La historia de la colonización europea en América se inicia con la odisea de Cristóbal Colón, aventura considerada como loca para la época de la navegación a vela.
El marinero genovés se lanzó a la mar en busca de una ruta por el oeste que lo llevara hasta La India, debido a que en 1453 los musulmanes, en guerra con las naciones católicas europeas, cerraron el Paso de Constantinopla, que era la vía principal de las caravanas que iban y venían de Europa al Lejano Oriente, pasando por todo el Oriente Medio.
Como Europa dependía de las especias para la preservación de carnes, así como de la importación de seda y otros productos del Oriente, la estrategia de los musulmanes obligó a España y Portugal a buscar rutas de acceso marítimo, dada su larga tradición naviera.
Portugal la buscó por el este, bordeando el continente africano. España, apoyando la “locura” que le propuso Colón, se decidió por el oeste.
La sorpresa del “Gran Navegante” fue encontrarse con unas tierras desconocidas en el Viejo Mundo, a las que confundió con La India, y, en consecuencia, llamando indios a sus habitantes nativos.
Cada tierra que pisaba era bautizada con un nombre españolizado, hasta que Américo Vespucio confirmó que se trataba de “nuevas tierras”, a las que le pusieron América, en su honor.
La colonización española en América fue un largo proceso que se extendió desde finales del Siglo XV hasta la mayor parte del Siglo XVI. Al producirse la descolonización o proceso de independencia de las colonias españolas en el continente, muchas de ellas mantuvieron los nombres iniciales dados por los conquistadores, pero como “naciones libres”.
Las colonias de Santo Domingo y El Salvador son ejemplos de ello. Sin embargo, mientras El Salvador, al independizarse como nación mantuvo su nombre, con Santo Domingo ocurrió un cambio de nombre derivado de éste, al lograr su independencia.
Juan Pablo Duarte, fundador de la nacionalidad, ideó el nombre de República Dominicana, con el adjetivo sustantivado que se deriva de Santo Domingo. La palabra Domingo proviene del latín Dominicus, y ésta, a su vez, de Domino, que significa el Señor o del Señor, respectivamente, en referencia a Dios.
Por tanto, dominicano/a, en buen castellano, significa de Dios. En consecuencia, la República Dominicana es la nación de Dios y la República de El Salvador es la nación de Jesucristo, el Salvador del Mundo. En efecto, son las únicas naciones hispanoamericanas pertenecientes al Padre y al Hijo respectivamente.
Todo este análisis es independiente de que se crea o no en ellos.
En el proyecto de fundación de la República Dominicana, Duarte ideó la bandera tricolor (rojo, azul y blanco) a partir de la francesa, pero repartió los colores en cuatro cuarteles opuestos al rojo y el azul) en diagonal, con una cruz blanca en el medio, para indicar que se trata de una nación cristiana.
El lema del escudo dominicano es “Dios, Patria, Libertad”. Es decir, “la Patria Libre de Dios”. En el centro del escudo hay una Biblia con la cruz encima para indicar que es una nación cristiana católica, no cristiana protestante o luterana.
El libro en el que está abierta la Biblia es el Evangelio de San Juan, destacando lo siguiente en el versículo 31 del capítulo 8: “Dirán la Verdad y la Verdad los hará Libres”, lo que se traduce en que la Verdad proviene de Dios, que es un Dios verdadero. Es decir, que la “República de Dios” (República Dominicana) es verdadera, aunque históricamente los dominicanos han sido víctimas de la mentira y el engaño.
El escudo salvadoreño tiene un sol saliendo en la montaña. El sol representa a Dios, tanto en las culturas aborígenes del continente, como en la del antiguo Egipto. Aunque para los salvadoreños la montaña hace referencia a sus volcanes, en el fondo representa el lugar donde Dios se manifiesta, como lo hizo con Moisés, en el Monte Sinaí, y con Jesucristo, que manifestó su grandeza y subió a un montículo para predicar el sermón que contiene (véase el evangelio de San Mateo) toda la doctrina de sus “Buenas Nuevas”.
Como se puede ver en forma alegórica, en una interpretación muy personal, que El Salvador y la República Dominicana son las Repúblicas de Jesucristo y de Dios. Repúblicas hermanas que deberían replantearse los lazos que las unen.