VILMA FILICI / TORONTO /
A estas alturas todos hemos visto ya las imágenes trágicas y hemos discutido en profundidad, en las reuniones con los amigos, a través de las redes sociales y con los políticos vienen a tocar las puertas de nuestras casas buscando el voto para las elecciones, el tema de la crisis que vive Siria.
La pregunta entonces es: ¿Y ahora qué? Ahora que entendemos la crisis, el sufrimiento y la devastación de ese país y de su gente, ¿qué hacemos?
Lo primero que debemos hacer es presionar al gobierno canadiense para que implemente una solución de emergencia que permita a miles de sirios poder llegar a Canadá y establecerse aquí. Tenemos muchas regiones en Canadá que están desoladas, desesperadas por aumentar su población, y estoy segura de que el pueblo sirio que está arriesgando su vida para escapar de la guerra civil, de la destrucción de su forma de vida, encontrará cualquier zona segura en Canadá como una muy buena oportunidad para reconstruir sus vidas. De igual forma estoy segura de que los canadienses que viven en esas zonas darán la bienvenida a la oportunidad de tener un nuevo crecimiento de sus economías.
Nuestro país es muy interesante, dado que comenzó a admitir personas desplazadas incluso desde antes de que la comunidad internacional llegara a un acuerdo para reasentar permanentemente a los cientos de miles de personas que quedaron sin hogar en Europa a mediados del siglo pasado.
Entre 1947 y 1962, casi 250,000 personas desplazadas y refugiados fueron admitidas en Canadá. Canadá respondió a la crisis palestina durante la guerra árabe-israelí de 1948, y también admitió unos 38,000 refugiados húngaros.
Un dato importante es que el gobierno canadiense incluso ha enviado oficiales a los países productores de refugiados para facilitar su trasladado y establecimiento en este país. Por ejemplo, cuando en 1972 Idi Amin aprobó un decreto para expulsar a los asiáticos de Uganda, el gobierno canadiense de la época envió funcionarios a dicho país para facilitar que 5,700 asiático fueran reasentados en Canadá.
De igual forma, entre 1979 y 1980, en gran parte debido a la respuesta sin precedentes del pueblo canadiense, el país abrió sus puertas para que 60,000 vietnamitas, laosianos y camboyanos conocidos como “la gente del bote”, vinieran a vivir a Canadá.
Los gobiernos canadienses generalmente han tenido la voluntad política para ayudar a los desplazados en todo el mundo. Canadá solía ser un líder en la ayuda humanitaria a los desplazados, tanto así que por sus grandes esfuerzos el pueblo canadiense recibió la medalla de Hansen de las Naciones Unidas en el año 1986.
Durante esos tiempos era posible ayudar a las personas desplazadas debido a que tanto los gobiernos del Partido Liberal como los del tradicional Partido Conservador Progresista de esa época tenían la voluntad política y la visión humanitaria para hacer que esos programas existieran.
El actual gobierno, por su parte, cree y ha declarado en repetidas ocasiones que está ayudando a través de “participar en la misión militar en la región”. Pero lamentablemente, entre más ayuda militar se proporciona más es la devastación y la destrucción de la infraestructura que resulta en la desesperación y la necesidad de reasentar a las poblaciones.
Definitivamente es esencial que Canadá aumente el número de personas que va a permitir que lleguen a estas tierras.
Hasta el momento, el mundo ha respondido a la crisis. Los alemanes han superado a todos los demás países y están permitiendo que 800,000 refugiados sean reasentados en su territorio. El alcalde de un pequeño pueblo en Italia ha dado la bienvenida con los brazos abiertos a los refugiados sirios, quienes llegarán a sustituir a las personas que emigraron de su ciudad. El mismo Papa ha reasentado a dos familias en su casa.
Pero nosotros, los canadienses, definitivamente no estamos haciendo lo suficiente.
Tenemos diferentes programas que se pueden utilizar para ayudar a paliar esta crisis, programas que le permiten al gobierno y a organizaciones de la comunidad patrocinar refugiados. Son programas que le permiten a organizaciones y a canadienses particulares patrocinar familias, convirtiéndose ellos en responsables de esas personas por lo menos durante un año o hasta que se hayan adaptado a su nueva vida en Canadá.
A través de estos programas, todas las personas que huyen de la guerra civil en Siria podrían calificar para ser patrocinadas. Los requisitos para que califiquen son: estar fuera de su país de nacionalidad o de residencia habitual; ser afectados directos de la guerra civil o conflicto armado, no tener ninguna posibilidad de encontrar una solución duradera, y deben contar con un patrocinio privado.
Lo requisitos suenan muy simples y fáciles de llenar, pero lamentablemente la tasa de aceptación de este tipo de casos es extremadamente baja. Más parecería que el programa sólo existe para demostrar que Canadá está cumpliendo con su obligación internacional con respecto a los desplazados y para responder a los objetivos de la Ley de Inmigración y sus reglamentos.
Realmente en los últimos años hemos visto una disminución en las tradiciones humanitarias de Canadá de ayuda a los desplazados en todo el mundo. Y desde diciembre del 2012 hemos visto leyes draconianas aplicadas para disuadir a la gente a venir a Canadá para hacer solicitudes de refugio. Hemos llamado a quienes llegan a nuestras costas “demandantes falsos” y “aprovechados”.
Tenemos un programa que permite que la gente venga al país y pueda presentar su caso para que sea decidido, y tenemos expertos de la División de Protección de los Refugiados cuyo mandato es decidir quién es y quién no es un refugiado legítimo. Pero el gobierno ha desplegado funcionarios en las zonas conflictivas del mundo para asegurarse de que no dejen que posibles solicitantes de refugio aborden los aviones que los traerían a Canadá.
Cuando se cambió el proceso de refugio desde dentro del país, el Ministro de Inmigración dijo muy claramente que, a pesar de que estaba disminuyendo el número de personas que podrían hacer solicitudes de refugio en Canadá, el país continuaba con la responsabilidad de aumentar el número de refugiados traídos desde el extranjero. Pero está claro de que esto no está sucediendo. La gente cada vez tiene menos posibilidades de llegar a Canadá para hacer sus solicitudes ante la División de Protección de los Refugiados, y cada vez más gente que aplica bajo los auspicios de organizaciones comunitarias o bajo el patrocinio del “grupo de cinco” están recibiendo respuestas negativas. Ese fue el caso que hizo noticia la semana pasada.
Un artículo que leí el fin de semana decía que la reacción de nuestro gobierno ante la actual crisis en Siria es similar a la reacción de la comunidad internacional con el pueblo judío cuando este escapaba de la persecución durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo racismo y la xenofobia en el momento. Canadá incluso devolvió un barco lleno de refugiados judíos que había llegado a nuestras costas con 908 refugiados. También se les negó el aterrizaje llegando a través de Cuba y de los Estados Unidos. El barco fue regresado a Europa y más de un cuarto de los pasajeros murió en los campos de concentración.
Debemos aprender de la historia. Debemos imitar lo bueno y desechar el pasado oscuro. Nuestro gobierno debe aumentar el número de refugiados sirios a admitir, y debe disminuir los requisitos de los programas especiales a fin de permitir que el pueblo canadiense actúe tal y como lo ha hecho a lo largo de la historia para ayudar a los necesitados.
Los políticos, y particularmente los funcionarios del actual gobierno, deben por su parte abrir sus corazones ante la difícil situación que están viviendo miles y miles de personas en los lugares más conflictivos del mundo.