VILMA FILICI / TORONTO /
En inmigración como en la vida en general la esperanza es lo último que se debe perder. Yo soy una fiel creyente de que se debe luchar por lo que se quiere obtener y que no hay que rendirse.
Esta semana tuve la gran satisfacción de recibir la visa de residencia permanente de un cliente con quien hemos estado luchando desde hace más o menos diez años. Esta Victoria es muy dulce no sólo porque finalmente esta familia va a ser reunificada en Canadá y mi archivo de expedientes ganará mucho espacio dado que el expediente es enorme, sino también porque tuve la satisfacción de que el cliente permaneció conmigo hasta el final, a pesar de que fue rechazado cinco veces.
Inicialmente llegó a Canadá como tantos y pidió refugio. Después de pedir refugio hizo su cambio de dirección ante las autoridades del Departamento de Inmigración pero no lo hizo con el Consejo de Protección al Refugiado y por lo tanto cuando lo llamaron a su audiencia no recibió la notificación. No se presentó y su caso fue declarado abandonado. Se hizo una solicitud para reabrir el caso y se presentó a su audiencia de refugio pero el resultado fue negativo.
La tercera solicitud fue una petición para una Revisión Judicial ante la Corte Federal, la cual también fue rechazada en corto tiempo. Para ese entonces el cliente conoció al amor de su vida y comenzaron una relación. Se enamoraron como jovencitos y no querían separarse en ningún momento. Comenzaron a vivir juntos. Les aconsejamos que se casaran y que ella presentara una solicitud de patrocinio para su pareja, pero el no quiso hacerlo porque no quería que la familia de ella pensara que la estaba usando únicamente para obtener la residencia permanente.
Entonces decidió que su cuarta solicitud seria una petición por razones humanitarias, basándose en su establecimiento económico en el país, en las condiciones que se vivían en su país de origen y en todo el trabajo comunitario que había hecho dentro de la comunidad hispana y en la comunidad Canadiense.
Hay que recordar que cuando se procesa un caso por razones humanitarias, los oficiales de inmigración tienen absoluta discreción para decidir si una persona es aceptada o no. No hay una ley que diga específicamente qué factores debe cumplir el solicitante, y en este caso el oficial no sintió que hubiera razones de humanidad y compasión lo suficientemente meritorias como para permitirle a esta persona que se quedara en el país y recibiera su residencia permanente. El cliente recibió entonces un cuarto rechazo a su esfuerzo de obtener la residencia en Canadá.
Para entonces la pareja había estado cohabitando por dos años y finalmente decidieron iniciar un patrocinio como pareja en unión libre. Para ese entonces él ya tenía una orden de deportación y había contra él una orden de captura a nivel nacional porque no se presentó para salir del país cuando se le notificó que debía hacerlo.
Se les aconsejó que lo mejor sería que él se fuera a su país de origen ya que corría el riego de que en el momento en que se presentara su solicitud de patrocinio fuera arrestado y deportado. Y si era deportado no se podía transferir el caso al consulado canadiense de su país y por lo tanto el trámite caducaría y se tendría que iniciar todo nuevamente, lo que también implicaba volver a pagar los aranceles para el procesamiento a fin de que fuera tramitado en el consulado Canadiense en su país de origen.
La pareja no se quiso separar y decidieron hacer el patrocinio desde dentro del país. Tal y como lo sospechamos, tiempo después de que el trámite llegó al centro de procesamiento de patrocinios, el cliente recibió la visita de oficiales del Canadian Border Services Agency (CBSA) y fue arrestado.
Al ser arrestado tuvo una revisión de su detención y no lo dejaron en libertad porque no creyeron que se presentaría en el momento de ser requerido para sacarlo del país.
Después de dos semanas de estar detenido fue deportado a su país de origen. La solicitud dentro de Canadá fue automáticamente cancelada y se tuvo que comenzar con un nuevo patrocinio desde su país de origen.
En ese momento la pareja decidió casarse y por lo tanto la patrocinadora viajó al país de origen de su novio, organizaron el matrimonio, se casaron y regresó a Canadá para dar comienzo nuevamente al trámite.
En ese momento ya no sólo se debió preparar un trámite de patrocinio sino que también una autorización para regresar a Canadá (perdón), ya que el cliente fue deportado de Canadá y la ley dice que cuando una persona es deportada no puede regresar sin antes haber obtenido esa autorización especial.
Esta autorización cuesta $400 y hay que convencer a un oficial de Inmigración de que hay razones que pesan más que el haber quebrantado las leyes de inmigración para que se le permita regresar a la persona. Además de todo esto, el señor ahora tenía que pagarle al gobierno $1,500.00 por el pasaje que se le compró para deportarlo.
Pero finalmente su caso fue aceptado. Desde el momento en que llegó a Canadá por primera vez hasta el día de hoy en que recibimos finalmente la visa de inmigrante, han pasado ya casi diez años. La pareja ha estado separada por dos años pero nunca perdieron las esperanzas de estar juntos como familia en Canadá, y sobre todo nunca perdieron el espíritu de lucha que fue lo que les ayudó a lograr su objetivo.
Pero este caso no es un caso aislado, en nuestro país hay muchas personas que deben pasar por este tipo de situaciones. Algunas, como en este caso, porque no siempre escuchan los consejos de sus asesores de inmigración, y otras, porque se cometen errores y/o se toman decisiones injustas que afectan la vida de las personas involucradas.
A la luz de la experiencia de este cliente, quiero concluir diciendo que en materia migratoria lo importante es, primero, asesorarse muy bien, segundo, nunca perder las esperanzas, y tercero, utilizar hasta el último recurso legal para salir adelante con el caso.