Una de las cosas que Luis Ramírez jamás va a olvidar es cuando una persona muy conocida en la comunidad le preguntó cuánto costaba un cuadro que estaba exponiendo en una galería. “Dos mil dólares”, le contestó, a lo que el potencial comprador le dijo: “con ese dinero mejor compro un televisor plasma más grande que ese cuadro”.
Definitivamente no es fácil vivir del arte en la comunidad hispana en Canadá, sin embargo, con todos sus avatares, Luis Ramírez lo ha logrado y durante todo el mes lo estará celebrando con una exposición retrospectiva de su obra en la Galería de Arte Joseph D. Carrier, en el Columbus Centre, ubicado en la zona de Lawrence y Dufferin.
“Una retrospectiva es como la graduación del artista, porque el artista llega un momento dado en que tiene que decir ‘sí, yo soy un pintor profesional’, por lo que es como la graduación del artista”, explicó el prolífico pintor de origen chileno durante la inauguración de su retrospectiva la sanana pasada.
Ahí, frente al Cónsul General de Chile en Toronto, Patricio Powell, y a más de un centenar de amigos, artistas, conocidos, críticos y eventuales compradores de sus obras, el pintor dijo que se sentía muy satisfecho por todo lo que ha logrado hasta ahora. Sin embargo, dejó una puerta abierta para el futuro, dado que “siento que todavía me falta, que tengo que perfeccionar mi arte”.
Luis Ramírez presentó a la audiencia un centenar de cuadros de todos los colores, tamaños y temáticas, pintados en distintas épocas y con diversas técnicas, muestra irrebatible de su prolífica producción pictórica, esa que ahora está presentando como una obra conclusa y que inició cuando era apenas un adolescente.
“A los 14 años yo pintaba letras, hacia letreros y dibujos, por ahí comencé, hasta que después empecé a hacer más dibujos que letras y al final me quedé dibujando y pintando”, explica.
No olvida que una vez pintó un letrero para una panadería y dibujó al Pato Donald con todos sus personajes, y le quedó muy bien, y que después hizo un letrero de Zapatos Cardinale, en Chile, y dibujó un zapato grande que vino a golpearlo sobre cuáles eran sus habilidades, descubriendo que su pasión era la pintura.
De ahí en adelante todo fue cuesta abajo, ya que se dedicó por completo al dibujo y la pintura, resaltando desde entonces su predilección por los paisajes, de los cuales se declara un amante empedernido.
Otro tema constante en su obra son los caballos, y al preguntarle la razón de este gusto explica que vivió en Venezuela 15 años y que en su círculo se estilaba mucho decir que los caballos eran uno de los temas más difíciles de trabajar, “y cuando a mí me hablan de que una cosa es difícil, yo la tomo y les demuestro que no, que no es tan difícil”.
Sin embargo, explica que son muchas las obras que ha trabajado que le gustan, aunque en particular destaca un cuadro con un paisaje otoñal, una pequeña cabaña a la orilla de un bosque y un rio, el cual le encanta por la paz que le hace sentir al mirarlo.
Pero la noche en que inauguró la exposición de su retrospectiva no fue apacible ni estuvo colmada únicamente de arte visual. La música también reinó en el ambiente, particularmente el sonido de la guitarra y las letras melodiosas de canciones de contenido social, porque este artista no utiliza sus dedos únicamente para hacer magia con los pinceles sino que también para arrancar gritos de pasión a las cuerdas.
Otros artistas se sumaron a su canto, en solidaridad con este artista que ha hecho de esa palabra, solidaridad, uno de sus estandartes más emblemáticos. Desde siempre ha estado presente en diversos eventos de solidaridad con las causas de América Latina y el mundo, con sus cuadros y su guitarra. Y más recientemente, esta solidaridad se está extendiendo directamente a los países latinoamericanos, donde ha emprendido el ingente esfuerzo por masificar la pintura con su técnica: el Realismo Impresionista.
“Estoy dedicado a impulsar mi técnica que está demostrando que es una técnica fácil y que cualquiera la puede aprender, estoy iniciando en El Salvador, tenemos la masificación de arte en El Salvador, después seguiremos en Nicaragua y luego veremos. Quiero llegar a todo ámbito, no pienso que el arte debe ser exclusivo para algunas personas, el arte debe ser para todos”, explica.
Su técnica, el realismo impresionista, es una combinación de impresionismo con realismo, con cosas clásicas, algo que ha amalgamado en un sólo estilo y ha resultado único porque no hay mucha gente que pinte como él, aunque la verdad es que sí ya está saliendo una corriente pictórica con ese nombre dado que se la está enseñando a sus estudiantes.
“Yo soy una persona muy humana, muy sensible, que le gusta la justicia, que está con los desposeídos, que ayuda en cualquier cosa que puede, y ahora estoy dando mi testimonio con esta retrospectiva, en vida, sin esperar a tener 90 años para hacerlo. Esta es mi obra, para pintar hay que tener pasión, y si no tienes pasión no pasa nada”, asegura.
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