POR FRANCISCO REYES / TORONTO /
Gabriel García Márquez se ha marchado para siempre. Como si hubiese sido arrancado de nuestra presencia por una sombra indescriptible del destino o por la mano misteriosa de una divinidad tal vez desconocida.
Con su partida desaparece uno de los iconos del realismo mágico de la Literatura Hispanoamericana.
García Márquez está considerado como uno de los pilares de esa corriente literaria introducida en la narrativa contemporánea, en la que la realidad se funde con la fantasía del lenguaje para crear mundos nuevos en que lo real se vuelve mágico y lo mágico adquiere características de realismo casi tangible.
La historia de la narrativa hispanoamericana tiene sus raíces en las leyendas de nuestros antepasados aborígenes, que a través de su cosmogonía buscaban interpretar el origen del universo, y de su teogonía, tratando de explicar quiénes lo habían creado.
Pero también en los esfuerzos de los primeros Cronistas de Indias, de querer describir de forma ampulosa la realidad que se mostró ante sus ojos, en los momentos en que los conquistadores españoles avanzaban con la cruz y la espada para avasallar a los nativos y someter a la naturaleza a su dominio.
Es en la exuberancia de los paisajes del “Nuevo Mundo” abiertos al exotismo que desconocía el “Viejo Mundo” europeo, así como en las mitologías de los aborígenes, donde la nueva narrativa del “Boom Literario Hispanoamericano” donde García Márquez y otros narradores, tales como Mariano Azuela, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosas, etc., han hallado el hilo conductor de su discurso poético.
A lo largo de las obras de García Márquez, sobre todo, en “El Coronel no tiene quien le escriba”. “La Hojarasca”, “Los funerales de la Mamá grande” y “Cien Años de Soledad”, se nota el esfuerzo por seguir la tradición narrativa hispanoamericana. Pero sus obras no se quedaron exhibiendo simplemente los efectos narrativos del realismo mágico, sino que, junto a otros autores del “Boom”, han asumido el compromiso de denunciar las situaciones de injusticia vividas por siglos en América Latina.
García Márquez fue combatido –proscrito, para ser más exacto- por las dictaduras militares que surgieron de un extremo al otro de nuestro continente.
Sus obras fueron consideradas subversivas. Allí, donde hubo alzamientos populares, sus obras fueron prohibidas y llevadas a la hoguera por los militares para recibir la misma condena de que fueron objeto las obras que en “El Quijote” fueron causantes de la locura del Caballero de la Triste Figura. Mientras que las del “Boom hispanoamericano” han llevado nuestros pueblos a la locura colectiva de romper el yugo de la opresión política y militar.
Aunque la muerte de García Márquez deja un vacío en las Letras Hispanoamericanas, el mismo es sólo físico y temporal, porque hay en nuestro continente narradores jóvenes tenidos como la continuidad del “Boom Literario” imperecedero de la narrativa continental.
Mientras haya leyendas que desempolvar, universos que crear y recrear, realidades exageradas con las hipérboles literarias, la obra total de García Márquez servirá de guía para que no perdamos el rumbo de nuestro devenir histórico, soñando con alcanzar un mundo más justo y más humano, en el que nuestras libertades no sean conculcadas por quienes se erigen en árbitros y dioses de nuestro futuro.
Las voces de los marginados, de los oprimidos, afloran en las obras de García Márquez, envueltas en el realismo mágico, para asumir el discurso de la realidad-real en que se ha pretendido silenciar a nuestros pueblos desde las altas esferas del poder político y económico.
¡Hasta siempre, Gabo!
*Francisco Reyes es un periodista canadiense de origen dominicano. Puede ser contactado a reyesobrador@hotmail.com
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