PAOLA GÓMEZ RESTREPO* / TORONTO /
Podríamos decir que me ha picado el virus del fútbol y que este deporte que ha estado en mi familia desde que tengo uso de razón, sólo logró interesarme en el encuentro mundial. Debo decir que mis primeras señales de interés estaban atadas a una molestia colectiva respecto a los eventos premundialistas; no es desconocido que Brasil, país hermano sufre grandes crisis sociales mientras que enormes dineros (pagados por el Estado) son usados para la construcción de villas y estadios majestuosos que terminarán siendo comidos por el tiempo y el abandono.
Tampoco es desconocido el poder inquisidor de la FIFA y sus múltiples escándalos que nos hacen perder la fe en los sistemas y que nos recuerdan que el poder monetario y la ambición de éste puede ser destructivo.
Dentro de todo esto y mientras me ubicaba como una espectadora muy curiosa, empecé a notar el cálido ambiente que las gentes creaban alrededor del juego y nuestras selecciones latinoamericanas haciéndonos sentir a todos lo que hace tiempo no experimentábamos: “Unidad Latinoamericana”. Honduras, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, México, Colombia, Costa Rica; éramos un sólo gran equipo. Y eso se sentía bien, también cómo se sentía ver las sonrisas de las gentes y las inmensas manifestaciones de alegría.
Y uno a uno, cada selección dio la batalla, mostrando su trabajo, su empeño; dejándonos saber que nuestros niños y jóvenes pueden tener como modelo a figuras locales y que es cierto que uno puede llegar tan lejos como se lo proponga.
Argentina, grandioso subcampeón; pero quiero detenerme en los múltiples ataques de los que fue víctima su máxima figura Lionel Messi, el número 10.
No puedo decir si su actuación fue tan buena como en años anteriores, tampoco puedo decir si de hecho lo hizo mal esta vez. Lo que sí puedo decir es que su forma de actuar me causaba mucha intriga. Fue en la final, y después de la derrota, que yo como mucho otros catalogué su comportamiento como grosero y aun sin justificar los múltiples postes que se convirtieron en virales en los medios sociales, empecé a desarrollar un sentido de indiferencia casi justificando los postes burlescos “pues se lo tiene merecido por que fue muy grosero”.
Muy recientemente llegó a mis manos un documento que presenta que Messi es de hecho autista; cuando leí toda la información, caí en cuenta que es cierto, que este muchacho vive en un mundo que es diferente del que nosotros pensamos y que no somos nadie para juzgarlo, o para tratar de vetar su forma de actuar. Y repentinamente MESSI dejó de ser para mí el muchacho extraño que actuó groseramente en la final del mundial. Messi es para mí un héroe, es el ejemplo para muchos niños y jóvenes que viven con AUTISMO, de que se puede hacer lo que se ama y ser grandioso en ello, y que probablemente no todo el mundo entenderá lo que ocurre, pero que llegará el día en que como masas podremos detenernos a razonar antes de lanzar juicios a priori.
Argentina es grande y su jugador estrella lo es también, la lucha por encajar en un medio tan severo como lo es el deportivo, requiere que reconozcamos que hay valentía, coraje y grandeza en los espíritus de estas personas que luchan contra la adversidad y hacen todo lo necesario para lograr sus sueños y, con ellos, nos motivan a que sigamos los nuestros.
ARGENTINA ES GRANDE!
*Paola Gómez Restrepo terminó sus estudios de Derecho y Ciencias Políticas en su nativa Colombia. Desde que llegó a Canadá ha trabajado de cerca con comunidades de inmigrantes. Es co-fundadora de Sick Muse Art Projects una organización sin fines de lucro que apoya artistas latinoamericanos. Es una líder comunitaria y sindical cuyo trabajo en pro de su comunidad la ha hecho acreedora a varios reconocimientos.
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