FRANCISCO REYES / TORONTO /
Durante varias semanas los medios de prensa alrededor del mundo han centrado su atención sobre Justin Bieber, joven cantante canadiense de fama internacional.
Debido a sus cualidades innatas de artista, Bieber, de 19 años de edad y oriundo de Stratford, Ontario, saltó a la palestra mundial en unos 18 meses, amasando una inmensa fortuna que a otros cantantes les costaría décadas y mucha agitación para alcanzarla.
Su arrastre no sólo ha sido en los “teenegers” de habla inglesa, sino también comunidades de en español, portugués, francés y dondequiera que su música hace vibrar a las jóvenes generaciones.
Sin embargo, el dinero y la fama han empezado a acusarle problemas de desajuste de la personalidad y de confrontación con las leyes. Se sabe de sus frecuentes borracheras y del consumo constante de estupefacientes que ya empiezan a afectar su carrera profesional.
Alcohol y drogas: dos gladiadores que derriban de su pedestal al más encumbrado de los mortales. Da la impresión de que a Bieber “se le subieron los humos a la cabeza” y quizás piense que le está permitido hacer cuanto le venga en gana… Por su fama.
Una serie de acciones erráticas lo han acompañado desde que subió al estrellato, como eslabones de una larga cadena de fracasos que auguran el pleno fin de su carrera artística, de no parar a tiempo.
Entre sus más recientes episodios está el del pasado miércoles 24 de enero. Bieber fue detenido por la policía de Miami debido a que conducía a alta velocidad bajo los efectos del alcohol. Estaba al volante de un Lamborghini y se resistía al arresto. También se le acusa de echar carrera en una zona de velocidad mínima y de conducir con licencia vencida.
Para lograr su libertad bajo fianza, tuvo que depositar $2,500 (US). Comparecerá próximamente en la corte, aunque se ha declarado inocente de los cargos que se le imputan.
El pasado miércoles 29 de enero, Bieber se entregó en la División 52 de la Policía de Toronto para enfrentar la acusación de asalto, junto a otras seis personas, contra un conductor de limosina, hecho ocurrido a finales de diciembre. Fue puesto en libertad y deberá retornar a la corte en marzo.
También está bajo investigación en California, donde un vecino se querelló de que el joven cantante lanzó huevos a su casa, causando daños por unos $20,000 (US).
Veamos la lista de otras transgresiones cometidas por este jovencito imberbe: embadurnamiento con grafiti en otros países; insulto a los fanáticos que lo persiguen; pelea verbal con paparazis; peleas en clubes nocturnos; visita a un burdel en Brasil sin la edad requerida; orinar en la cubeta de un empleado de limpieza detrás del escenario en un restaurante en Nueva York.
Su primer signo de problematización fue la acusación en el 2011 de haber engendrado un hijo mientras se encontraba con un grupo de ambos sexos en un hotel de Los Ángeles.
En todos esos casos, Bieber estaba supuestamente bajo efectos de alcohol y/o drogas. Esto indica que ya empezó a caminar por el sendero equivocado de la fama.
Sus “fan clubs” lo siguen. Se presentan frente a las comisarías y las cortes para darle apoyo. Reaccionan con histerias, sin reflexionar las consecuencias de esos actos de conducta afecta por el alcohol y las drogas. Le pasan la boleta de indulgencia, queriendo decir: “Eso no es nada”. “Te perdonamos, porque eres nuestro líder”.
Tras su apresamiento en Miami, un joven expresó que Bieber debería ser deportado por ser “un mal ejemplo para la juventud”.
Ciertamente, Justin Bieber está transmitiendo un mensaje errado a los “teenagers” que lo veneran. Las copias abundan y generalmente son peores que los originales.
¿Es ese el tipo de modelos que necesitan nuestros jóvenes, cada vez más confundidos en un mundo donde las drogas y el alcohol se han vuelto tan comunes como la maleza de jardín?
Quizás sería necesario que nuestros jóvenes y adolescentes se detuvieran a analizar las consecuencias de estos actos reñidos con la ley, más aún, bajo efectos alucinadores.
Que piensen en la carrera profesional que les espera, en lugar de imitar a un anti-modelo como Justin Bieber, que debería estar en las aulas universitarias, en lugar de los escenarios públicos, desde donde se va a sus francachelas, sus parrandas y un largo etcétera.
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