Muere soldado chileno–canadiense, veterano de Afganistán, en Kingston

OSCAR VIGIL / TORONTO /
Joven, divertido, talentoso, amante de los animales y enamorado de la comida latinoamericana, particularmente de las empanadas y del pastel de choclo, Camilo Sanhueza-Martínez era un chileno de pura cepa, un verdadero tesoro para su familia. Sin embargo, este soldado de las Fuerzas Armadas de Canada ya no está con sus seres queridos.

Camilo Sanhueza-Martínez falleció el pasado ocho de enero aparentemente como consecuencia de un suicidio. Era un reservista que pertenecía a The Princess of Wales’ Own Regiment, con sede en Kingston, Ontario, y su cuerpo fue encontrado por su novia en el interior de su apartamento en dicha ciudad.

Es el séptimo militar que se suicida en los últimos dos meses luego de regresar de la guerra.

Camilo era hijo de padre y madre chilenos, Felicita Martínez y Miguel Sanhueza, quienes llegaron a este país en el año 1976 huyendo de la dictadura militar de Augusto Pinochet.

Nacido en Toronto, tenía 28 años de edad y vivía con su novia y su pequeña hija Alexandra de apenas 5 meses de edad.

Amaba la armada e ingresó en el ejército en el año 2005, sirviendo en Afganistán entre Mayo del 2010 y Enero del 2011.

“Era muy jovial, muy energético, siempre andaba haciendo cosas, le gustaba mucho el arte”, cuenta su madre Felicita, quien está completamente devastada luego de haber perdido a uno de sus cuatro hijos.

Cuenta que a Camilo siempre le gustó el ejército, al cual entró como reservista cuando estaba en la enseñanza media.

“Eso fue lo que a él le entusiasmó y ese era su mundo, siempre quiso estar en el ejército, terminó sus estudios en la Academia de Policía en el Humber College, porque quería ser policía, pero no tuvo la oportunidad, le dijeron que postulara el siguiente año pero ese año él se enroló en el ejército para irse a Afganistán”, recuerda.

La última vez que Felicita compartió con su hijo fue para la celebración de Año Nuevo, ya que la pasaron en familia en su casa aquí en Toronto. Luego, ocho días después, recibió la trágica noticia de su deceso.

Fue un hijo ejemplar, asegura, y aunque nació y creció aquí en Canada siempre amó la cultura latinoamericana. “Hablaba español muy bien y era muy chileno, muy latino, le gustaba mucho la comida latinoamericana, como el ceviche, las empanadas, la sopa de caldo de ave, el pastel de choclo. El era muy tradicionalista con sus comidas, era muy chileno”, insiste su madre.

Tan chileno era que aprendió a tocar el Charango, un instrumento musical de cuerdas tradicional de los países andinos suramericanos, así como también hizo sus incursiones con la Quena, que es la tradicional flauta de los andes.

“Él era un artista, un día compró un charango en mal estado, lo compró en Kijiji, y lo desarmó todo, lo barnizó, le puso cuerdas nuevas y lo arregló por completo”, recuerda su madre, para quien la vena artística de su hijo prevenía tanto de su familia materna como también de la familia paterna.

Sin embargo, esos ahora son sólo recuerdos, recuerdos marcados por el dolor de haber perdido a un hijo aparentemente por el desinterés de las instituciones gubernamentales para con los veteranos canadienses.

“Yo estoy muy desilusionada, porque lo que está pasando es que estos muchachos se van a la guerra y después, cuando llegan acá, las ilusiones se les terminan porque no tiene trabajo. El quería ser militar siempre, pero por ratos perdía las esperanzas de que podía continuar en el ejército”, explica.

Cuenta que su hijo confiaba en que le iban a dar un trabajo permanente con beneficios en el ejército, pero que eso nunca ocurrió.

Al regresar de Afganistán, primero estuvo en Forth York, pero después, cuando su novia quedó embarazada y el bebé iba a nacer, se fue para Kingston donde le habían dado trabajo dos días a la semana y a veces contratos de fines de semana, pero nunca le ofrecieron algo permanente. Y esa es una situación generalizada que está sucediendo con muchos soldados cuando regresan de las guerras.

“Reamente ellos usaron a estos muchachos y después no se preocuparon de ellos, eso es lo que pasa con todos los que vienen de la guerra”, dice Felicita, quien hace un llamado a las autoridades para que presten atención a esta problemática.

“Si los muchachos quieren ser militares, que eso es lo que ellos buscan en una carrera, les tienen que dar más apoyo, tienen que ser más abiertos, no dejarlos a la deriva”, asegura.

Y en su petición no está sola, dado que justo el mismo día en que falleció su hijo, horas antes de conocerse la noticia el líder de la oposición, Thomas Mulcair, instó al primer ministro Stephen Harper a hacer más para atender las necesidades de salud mental de los miembros de las Fuerzas Armadas Canadienses.

En una carta dirigida al primer ministro Stephen Harper, Mulcair califica estas muertes como “angustiantes”, y asegura que aunque se han tomado medidas para mejorar el acceso de los soldados a los servicios de salud mental, “está claro que estos esfuerzos no han sido suficientes”.

Con el corazón partido por la pérdida de su hijo, Felicita comparte plenamente este planteamiento.

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Camilo Sanhueza-Martínez, al centro, sirviendo en Afganistán

 

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