ADRIANA F. SALAZAR / TORONTO /
A partir de hoy, y gracias a la invitación hecha por la Revista Debate y El Centro Newspaper, compartiremos con ustedes algunas reflexiones acerca de la forma como nosotros, el Programa de Participación Comunitaria del Centro Menonita Nueva Vida de Toronto, analiza y se aproxima a la realidad, desafíos y probables perspectivas de la participación cívica y política de la comunidad latinoamericana en Toronto.
Reconocemos que no resulta sencillo el querer aportar a este análisis cuando se entiende que nuestra comunidad, formada por inmigrantes de cerca de 20 países, tiene tanta diversidad, riqueza y diferencias históricas que nos definen. Sin embargo, esperamos que estas reflexiones contribuyan en la visibilización de nuestra gran capacidad de pensar y actuar comunitariamente.
El discurso acerca de la participación cívica y política en Toronto está centrado, en general, en la interacción que sus residentes establecen con los canales formales de acción política. Ello incluye votar en elecciones, escribir cartas a autoridades elegidas popularmente, hacer una petición al Consejo Municipal, aportar tiempo o dinero a campañas políticas, etc. En ese sentido, los resultados electorales y la cifra final de votantes son los mecanismos más usados para registrar y medir el nivel de la participación cívica y política en la ciudad. Esta forma de evaluar la participación cívica y política ha “definido” que la comunidad Latinoamericana en Toronto no se interesan suficientemente en política, describiéndola como apática, desmotivada, y desconectada. Esta conclusión pareciera poner la responsabilidad de la falta de participación exclusivamente en la comunidad, y evidencia que en general las políticas públicas municipales parecen no haber tenido en cuenta la diversidad de sus necesidades e intereses.
Las razones del por qué hay supuestamente tan baja participación electoral de la comunidad latinoamericana en Toronto -bajos ingresos, falta de manejo del inglés, bajo nivel de cultura cívica, falta del conexiones, discriminaciones, etc.- han sido bien documentadas por varios investigadores sociales. Sin embargo, aunque estos estudios hacen una importante contribución al demostrar que la participación en las elecciones no es igualmente accesible para todos y que las razones materiales determinan quién sí y quién no vota, su marco de análisis pareciera limitarse a enumerar las barreras que nuestra comunidad tiene para participar efectivamente en política. Según esta perspectiva, si los (as) latinoamericanos (as) fueran estables financieramente, si tuvieran un buen manejo de inglés, una mayor cultura cívica, estuvieran más conectados, y si no fueran discriminados; entonces posiblemente al final, tendrían mayor acceso al sistema político formal, es decir, votarían en mayor número en elecciones. Es por esto que para incrementar el caudal electoral de la comunidad latinoamericana en Toronto, se ha promovido, no solo desde la administración municipal sino también desde organizaciones comunitarias como la nuestra, clases de cultura cívica canadiense o de ciudadanía y difusión de material en español sobre los procesos electorales a nivel federal, provincial y municipal, y cómo y dónde votar.
Sin embargo, y gracias a la experiencia que hemos tenido como miembros de la Campaña Latinoamericana de Participación Cívica desde el 2009, y a las reflexiones de la investigación acción participativa que sobre el tema estamos actualmente adelantando, creemos que, como algunos autores lo sugieren, debemos ampliar lo que tradicionalmente se entiende por participación cívica y política de una comunidad, y entender que la comunidad latinoamericana en particular ha participado siempre activamente del debate público, los conversatorios electorales, e incluso, de la política internacional canadiense, desde lo que se conoce como organizaciones “de base”. Por supuesto cabe preguntarse si todas estas organizaciones “de base”, de naturaleza tan diferentes entre sí (sociales, culturales, de solidaridad, humanitarias, etc.) diluyen o efectivamente promueven lo que significa ser cívica y políticamente activo.
Si entendemos por participación cívica y política todas las acciones individuales o colectivas, orientadas a identificar y buscar soluciones a problemas de interés público o común, es claro que nuestra comunidad ofrece desde hace muchas décadas un importante ejemplo de formas alternativas de participación. Muchos proyectos comunitarios tales como: círculos de reflexiones académicas; iniciativas de mujeres o sindicales; asociaciones de profesionales; revistas, magazines y emisoras; festivales culturales y artísticos; y foros y seminarios; entre otros, muestran la diversidad de la forma cómo los y las latinoamericanos (as) han buscado contribuir a la vida cívica y política canadiense.
Para nosotros, esta historia de luchas, reflexiones, organización y construcción de propuestas de incidencia pública, evidencian que la percibida apatía política de nuestra comunidad es más un estereotipo que una realidad. Más que buscar únicamente el incremento en el número de votantes de nuestra comunidad en futuras elecciones, deberíamos por empezar a visibilizar nuestra inmensa capacidad organizativa y comunitaria, y tal vez, preguntarnos si fuese posible empezar un diálogo más efectivo que reconozca la riqueza que del ejercicio de cívico y lo político hacemos desde lo alternativo de nuestro quehacer comunitario.
*Adriana F. Salazar es la Coordinadora del Programa de Participación Comunitaria del Centro Menonita Nueva Vida de Toronto. asalazar@mnlct.org
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