El indigente que disparó al presidente

OSCAR VIGIL / TORONTO /
El 5 de febrero de 1970, Carlos Castañeda de la Fuente, un joven con profundos valores católicos, se paró en la intersección de las calles Insurgentes y Gómez Farías, en pleno centro de la ciudad de México, y jaló el gatillo de su pistola Luger. Sólo logró hacer un disparo que impactó en el vehículo en que viajaba el entonces secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán.

Pero la bala no iba dirigida hacia el militar, sino hacia el entonces Presidente de la república, Gustavo Díaz Ordaz, en venganza porque el 2 de octubre de 1968 había dado la orden que terminó en la masacre de cientos de estudiantes que protestaban en la plaza Tlatelolco.

Inmediatamente después de realizar el disparó, Castañeda fue detenido, torturado y desaparecido por completo. Nunca nadie supo nada de él sino hasta cuarenta años después, que fue cuando el cineasta Alejandro Solar Luna se enteró de la historia y decidió llevarla a la pantalla.

“Me impresionó mucho el encabezado de las crónicas, habla de un hombre que intenta asesinar al presidente Gustavo Diaz Ordaz, que fue declarado enfermo mental y encerrado 23 años en un hospital psiquiátrico, y que en este momento es un vagabundo perdido en las calles de la ciudad de México.
A mí la historia me parece insólita, yo nací en el 68 y de alguna manera eso me parece un vínculo importante en lo que significaba el hecho de nacer en ese año”, explica durante su breve estancia en Toronto, donde su película “El Paciente Interno” (The Convict Patient) fue mostrada en el recién realizado Festival Hot Docs 2013.

PREGUNTA: ¿Qué tanta relevancia tuvo este intento de asesinato del presidente Diaz Ordaz en la vida política de México?
RESPUESTA: Fue absolutamente secreto, nunca nadie supo absolutamente nada, nunca nadie supo la historia de Don Carlos. La historia sale a partir que un periodista la pública a raíz de que en el año 2000, cuando se crea una fiscalía especial para desentrañar los crímenes del pasado, entre miles de expedientes sale el de Carlos Castañeda de la Fuente, que desde el punto vista del periodista lo que representaba es que podía haber habido más desaparecidos de la guerra sucia, que es una de las etapas más oscuras de México de finales del siglo XX, el hecho de que pudiera haber desaparecidos que hayan sido colocados en hospital psiquiátricos.
Pero no existe ningún record legal y no tuvo ninguna repercusión porque se mantuvo en absoluto secreto

P: ¿Qué tan fácil te fue acceder a las fuentes de información para poder contar la historia?
R: La clave para mí fue el haber contactado a la abogada Norma Ibáñez, que fue quien externó, egresó a Carlos Castañeda del Hospital Psiquiátrico. Ella guardó muchísimos documentos en los que yo me pude basar para sostener en términos documentales lo que él había pasado en el hospital psiquiátrico.
Toda la información es de la abogada, y de primera mano contada por el mismo Carlos Castañeda.

P: En tu documental hay dos planos, uno político y otro humano. ¿Qué tan impactante fue el hecho de trabajar un documental sobre una persona que tiene problemas mentales y una vida tan trágica?
R: En un principio la película estaba estructurada en buscar a Carlos Castañeda en las calles de México, no sabíamos siquiera si estaba vivo.
Era una estructura que nos permitía sumergirnos en este inframundo de los desposeídos de la ciudad de México, y paralelamente la historia se contaba por medio de la abogada, del periodista, psiquiatra, etc. Pero la parte más humana sucedió cuando lo encontré

P: ¿Y cómo lo encontraste?
R: Yo digo que lo invoqué!, porque fue algo mágico, algo prácticamente increíble, insólito como su historia. Porque una tarde, cuando ya había arrancado el proceso de investigación, me llama la abogada y me dice “lo tengo enfrente”, ella lo encontró 16 años después de haberlo visto por última  vez.
Lo único que hizo en este momento fue tomarle una foto, porque hasta ese momento lo único que había de él era la foto de la afiliación cuando lo detienen y lo ingresan al psiquiátrico.
Pero se volvió a perder.
Luego, la abogada cambia de trabajo, y cuando llega a su nueva oficina se da cuenta que Don Carlos pide limosna muy cerca de donde ella está y se lo vuelve a encontrar.
Así es que de alguna manera estaba ahí.

P: ¿Y estaba abierto a hablar de su vida con vos?
R: Cuando lo conozco, yo no sabía quién era, aunque conocía todos sus datos, y me doy cuenta que es en primer lugar un hombre que quiere contar su historia. A los cinco minutos ya estaba contando que le había tirado un balazo al Secretario de la Defensa pero que a quien quería matar era al Presidente.
Me di cuenta de su consistencia humana y de la naturaleza que tiene de ser nunca una víctima sino que un sobreviviente, y esta fuerza mental también basada en su fe profunda y de alguna manera en estas ideas fundamentalistas católicas, que le ayudaron a sobrevivir al encierro y al aislamiento por el que pasó.
Que es un ser humano complejísimo, muy fascinante

P: ¿Que tan difícil fue filmarlo?
R: Yo digo que él nos regaló su historia y con ello nos regaló la película, porque él se sentía muy cómodo con la cámara, no tenía problema con la cámara, de alguna manera creo que el confió en mí, que establecimos una relación de confianza con la que se fue armando la película.

P: En el aspecto político, ¿crees que cumple tu documental el objetivo de presentar la realidad de México?
R: Sí, claro. Se han hecho muchas películas sobre los sucesos del 68, pero yo siempre quise tomar distancia de ser una película más, sino que la intención que está en la película es más que una denuncia una reflexión, la denuncia se da de hecho, porque lo que hacen con Don Carlos es atroz, el abuso de poder es impresionante, la injusticia por lo que pasa está a las luces y además desafió al gobierno más represor del México contemporáneo, porque Diaz Ordaz es un poco nuestro Pinochet, así pasó a la historia.
Entonces, la dimensión de ese desafió es lo que yo quise plantear en la película, y al mismo tiempo llevar al espectador por la reflexión de lo que significa que ese hombre este ahí enfrente en la realidad de nuestro México contemporáneo, caminado como indigente, que son como fantasmas, invisibles al resto de la población.

 

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