GILBERTO ROGEL / TORONTO /
Las decisiones correctas son como el aceite de hígado de bacalao, a nadie le gusta, es amargo, pero en definitiva saludable. La anterior figura encaja perfectamente cuando analizamos las decisiones que la clase política Latinoamericana está tomando, en especial la llamada izquierda, quien hoy se juega el pellejo por la sobrevivencia.
Para muestra un botón. El Salvador, el país más pequeño de la América continental, celebró recientemente 20 años de la firma del Acuerdo de Paz, instrumento político que oficialmente finalizó el conflicto armado. El pacto asimismo facilitó al ex grupo rebelde Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) legalizarse como actor político y participar en contiendas electorales.
Ahora, el partido ícono de la lucha popular y abanderado de las causas sociales se debate en la conformación ideal de su próxima formula presidencial del 2014 y de paso no repetir el descuido de la elección anterior. Para la contienda del 2009 el FMLN arregló una especie de matrimonio convenido con un conglomerado de organizaciones sociales, y de la mano del ex periodista Mauricio Funes, respetado y admirado adentro y afuera de El Salvador en aquellos momentos, por primera vez en la historia política salvadoreña ganó la contienda presidencial.
El momento esperado por millones había llegado, el sueño se había hecho realidad; con lo que muchos no contaban es que este sueño pronto se convertiría en pesadilla. Lo que parecía ser un típico matrimonio con bajas y altas terminó antes de lo previsto con indirectas, insultos, golpes bajos, mutuos reproches y muchos rencores.
Al presente, el ex periodista prácticamente está divorciado del partido que lo hizo presidente. Hoy pareciera que le coquetea a uno de los peores sectores de la derecha, el cual está encabezado por el expresidente y empresario radiofónico Tony Saca, quien para el caso fue expulsado del partido Arena por malversar de millones de fondos públicos. Ambos personajes tienen algo o mucho en común, por ejemplo, se distanciaron de los partidos que los hicieron presidentes y además conocen al dedillo las extrañas del mundo de los medios de comunicación y el poder que estos poseen.
En este ir y venir, el FMLN confirmó el rumor popular: la designación de Salvador Sánchez Ceren, actual Vice-presidente del país y ex miembro de su Comandancia General, como la carta con la que pretende enamorar al electorado y así ganar la presidencia sin ayuda de ‘outsiders’. Todo indica que la cúpula partidista está consciente que las estadísticas y la opinión pública no le beneficia el ex comandante, mas de la mitad de la población no le da esperanzas reales de triunfo.
Más bien pareciese que la decisión estuvo amparada en otros criterios más mundanos, y aquí cualquier curioso pudiera especular en situaciones como las siguientes: “no vamos a permitir que otro extraño venga y nos diga como ordenar la casa”; “¿servir de escalera? No, muchas gracias”; “ganar a medias es no ganar”. En cambio, debió haber prevalecido otro criterio: “vamos a dar la lucha con lo mejor de nosotros, el votante nos entenderá, y, al final, si perdemos, ¿qué mas da? será con alguien de los nuestros, alguien confiable (y no un camaleón)”.
Indudablemente el FMLN asumió esta decisión contra viento y marea y de antemano aceptó las repercusiones positivas o negativas, las que electoralmente estarán vinculadas con sus desaciertos o ambivalencias cometidas recientemente las cuales a todas luces riñen con sus históricos estandartes y valores.
Y es aquí donde es bueno reafirmar que hay veces la medicina es peor que la misma enfermedad, quizás por eso la cúpula del FMLN no quiso tomarse una dosis del desagradable aceite de hígado de bacalao y curarse a tiempo. Ojalá reflexionen a tiempo antes que los resultados sean demasiado tarde y el electorado les pase la factura por sus acciones y decisiones.
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