“Con el cine podemos abrir muchas puertas”: Jorge Dalton

OSCAR VIGIL / TORONTO /
Crecer bajo la sombra de un padre famoso no debe ser nada fácil, sobre todo cuando lo que se quiere es destacar por méritos propios. Jorge Dalton lleva el peso de su padre, el insigne poeta salvadoreño Roque Dalton, probablemente el más recordado y querido de los escritores salvadoreños de todos los tiempos. Pero este cubano-salvadoreño, cineasta criado en los países de la vieja Europa Oriental, formado en la escuela de cine de la Habana y actualmente Director de Cine y Audiovisuales de la Secretaria de Cultura de El Salvador, brilla con luz propia. Y así lo hizo notar en Toronto, a donde viajó para mostrar uno de sus documentales: “Entre los muertos”.

REVISTA DEBATE: ¿Cuál es la fuente de inspiración para tus documentales?
JORGE DALTON: Las ideas de los documentales míos nacen muchas veces por cosas casuales. Mis documentales están llenos de personajes que de pronto aparecen y que tienen que ver con eso que yo hablo del privilegio de la mirada, que es un poco la filosofía que envuelve mi proyecto. Estos personajes que yo encuentro, la mayoría de las veces transitan en un territorio muy frágil, en una cuerda floja entre la cumbre y el abismo, y en eso mi padre considero que era un personaje trágico hasta cierto punto. Todos estos personajes muchas veces son irónicos, son personajes reales, personajes que son parte de la identidad de un país. Eso creo que es una de las cosas fundamentales. La otra es el oficio de querer construir una obra, que es una cosa que me conmueve de manera constante. Yo hago documentales de la misma manera que un carpintero tiene la obligación de hacer una mesa. Yo tengo esa posibilidad de hilvanar historias a través de ese género al cual ya le tomé mucho cariño. Yo tuve también aspiraciones de hacer cine de ficción, pero de pronto me vi mucho más cómodo con construir historias a través de un documental.

RD: ¿Cómo surgió Entre los Muertos?
JD: Entre los Muertos sucede por vivir yo en un país en que la muerte es un asunto cotidiano, un asunto que está impregnado en la cultura, en las actitudes irresponsables que tiene el salvadoreño de no enfrenar el flagelo de la violencia y de la muerte misma, el asunto de la muerte o de la violencia desmesurada que existe en El Salvador ya impregnada mucho en la cultura. Yo recuerdo a mi padre contándome cosas que sucedían en El Salvador en los años 40, donde habían riñas en el interior del país, sobre todo en las zonas rurales, donde la gente se agarraba a machetazos, se metían 40 machetazos! Y ese era un hecho muy marcado en la sociedad. O sea que la violencia en El Salvador no arranca o no tiene un inicio  a partir de la guerra, yo creo que tiene raíces mucho más profundas, y entonces yo tenía ganas de hablar, de hacer en ese documental un llamado de atención sobre el hecho. Es una mirada o una visión crítica de mi parte porque yo ante todo soy un documentalista crítico, cuando miro, critico, y entonces el hecho de la violencia en El Salvador, el hecho de convivir con la violencia de manera cotidiana, con la muerte, para mí es un asunto crítico, y por lo tanto mi documental, a pesar de que tiene una carga irónica, que tiene un sentido del humor, también tiene una visión crítica. Yo quiero hacer con esto un llamado de atención para que los salvadoreños entiendan que la vida es lo más preciado, y no pensar que a través de la muerte se pueden resolver los problemas.

RD: ¿Por qué un documental y no otro género? ¿Qué es lo que se está produciendo en estos momentos en El Salvador?
JD: El documental es un género muy preciado dentro de nuestra filmatografía latinoamericana, incluso muchas cinematografías latinoamericanas se deben al documental, entonces, yo creo que es un género complejo e importante dentro del cine que hay que cultivar. Y yo creo que nosotros en El Salvador tenemos antecedentes importantes, documentalistas, que sucedieron durante la época de la guerra, y que debemos de dar continuidad. Ya los temas de la guerra no son los prioritarios, pero yo creo que a través del documental es una forma muy efectiva de poder hilvanar, de hacer un llamado a las conciencias, de conquistar audiencias. Yo creo que ésta es una etapa que hay que asumir. Pienso que hay también espacio para el cine de ficción, pero eso lo tendrá que hacer gente que tiene la idea de hacer cine de ficción, yo no la tengo. Espero que en El Salvador surja un cine de ficción, pero yo tengo el interés de que haya un movimiento documentalista.

RD: ¿Qué tipo de filmatografía se está produciendo en estos momentos en El Salvador?

JD: En El Salvador, y te lo digo por la selección del Festival Ícaro que va a comenzar en noviembre, los materiales seleccionados de El Salvador en este momento la mayoría han sido documentales, y en este año hemos llegado a un peldaño de calidad donde en el tema del documental es muy importante, e incluso a los jurados en el Festival Ícaro les va a ser difícil dejar las obras salvadoreñas fuera. Creo que con el paquete documental que se ha producido este año en El Salvador hemos llegado a un peldaño de calidad, creo que éste es en este momento el género que define el cine salvadoreño. Podemos decir que estamos haciendo cine documental en El Salvador en este momento.

RD: ¿Cuál es el reto más grande que tiene la industria cinematográfica salvadoreña en estos momentos?
JD: El reto más grande es que el movimiento cinematográfico no quede en un antecedente más, como sucedió en anteriores ejemplos como en el cine de la guerra o el cine de Alejandro Coto, que son simplemente antecedentes que no llegaron a madurar. Yo tengo el sueño de que el cine salvadoreño tenga un arranque, un desarrollo y una continuidad.

RD: ¿Con qué tipo de presupuestos están trabajando los cineastas en El Salvador?
JD: Estamos hablando de cinematografías desde cero presupuestos, escasos recursos, y se van a hacer películas también, porque se van a poder conseguir medianos presupuestos. Pero la idea es arrancar con un movimiento y no esperar por grandes recursos, no esperar erróneamente que para hacer una película tenemos que reunir tres millones de dólares, porque eso es lo que nos ha tenido estancados. Yo creo que los ejemplos de estos documentales que te estoy hablando, que son parte del paquete que El Salvador ha hecho este año, son presupuestos sumamente bajos pero con calidad. Yo le apuesto a la calidad y no a la cantidad. Yo le apuesto a que nosotros somos una cinematografía pobre pero que eso no quiere decir que nuestros resultados tengan que ser pobres.

RD: ¿Cuál es la importancia de los festivales internacionales de cine para la cinematografía salvadoreña?
JD: El Salvador, en la época de los ochenta por el asunto de la guerra, llegó a relucir a través de los documentales que se hicieron. Esos documentales llegaron a ganar premios internacionales y El Salvador comenzó a hacerse presente en este tipo de festivales. Pero lo que pasa es que el cine documental durante la guerra cumplía una función propagandística de los alzados en armas y no cumplía la verdadera función del cine. En este momento tenemos la oportunidad de cumplir con lo que el cine tiene como premisa, de competir con las verdaderas funciones del cine para desarrollar una serie de temas, y por supuesto de competir en la valoración fundamental de las obras cinematográficas que están en los festivales internacionales, en los eventos y muestra internacionales. Y El Salvador tiene que mencionarse ya en esos festivales, porque tenemos un paquete que ofrecer con una diversidad de temas que van desde la inmigración, el  tema de la muerte, el tema de la exclusión, el tema del aborto, el tema de la mujer. La mujer ha empezado a tener voz en los documentales salvadoreños, por ejemplo en los documentales de la realizadora joven Marcela Zamora, hay más títulos salvadoreños, hay un movimiento que tiene nombre y apellido, que se llama David Gallardo, Gerardo Muyshont, Julio López, Edson Amaya, Ricardo Barahona, Cesar Arturo Menéndez, André Guttfreund, un cineasta salvadoreño que está implementando los talleres de formación en El Salvador. Entonces es una cosa que ha arrancado, por fin arrancó el cine salvadoreño, yo lo puedo decir con toda autoridad, y los eventos y muestras internacionales pues son un sitio importantísimo para poder mostrar lo que tú estás haciendo.

RD: ¿Qué papel pueden jugar los salvadoreños en el exterior en todo este renacimiento cinematográfico?
JD: Pueden jugar un papel importantísimo porque el cine es una fuente de muchos beneficios, económicos, culturales, educativos, entonces las comunidades salvadoreñas fuera, los inmigrantes, pueden ser protagonistas del cine salvadoreño por supuesto y pueden ser coproductores de ese cine, como lo han hecho los mexicanos, porque yo creo que la comunidad mexicana en Los Ángeles o en la Unión Americana ha llegado a entender que el cine es un patrimonio nacional de su país, es una herramienta muy poderosa de identidad, y yo creo que nosotros los salvadoreños podríamos, sin parecernos a nadie, correr la misma suerte si le apostamos decididamente. Con el cine podemos abrir muchas puertas.

 

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