Separados por ideologías, unidos por los escándalos, la tragicomedia política canadiense

POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /

Si hay algo que se puede decir con mucha franqueza es que los políticos canadienses liberales y conservadores -por alguna razón que solo el universo conoce- nos han regalado semanas interesantes que pocas veces se había visto en muchos años, principalmente cuando hay un elemento en común, el escándalo y el desprestigio.

Por curioso que parezca el partido conservador a nivel provincial en Ontario, no da pie con bola, como decimos por nuestras tierras. Es llamativo como cada día aparecen informaciones que confirman que el Premier Ford tiene las manos, los pies y todo el cuerpo metido en el escándalo del GreenBelt.

Llamó la atención como los estrategas de comunicación del político conservador le aconsejaron seguir la receta de Bill Clinton. “Pide perdón y serás perdonado” sería el legado del exmandatario estadounidense, especialmente cuando falta mucho tiempo para una próxima contienda electoral, los votantes tienen memoria corta y olvidan fácil.

De manera curiosa y disciplinada, el Premier siguió la recomendación de los técnicos de la mercadotecnia política; pero según las encuestas de opinión pública, parece que la población votante de muchas ciudades de Ontario no le perdona que haya tratado de esconder la magnitud del escándalo pese a la cantidad de pruebas en su contra.

Pero esta tragicomedia, o mejor dicho telenovela al estilo latina, no se acaba acá, en particular cuando sale de las fronteras patrias. Cuando todo parecía que el sol volvía a brillarle al Primer Ministro Justin Trudeau, luego de pelearse diplomáticamente con la India, un nuevo y más grande escándalo le estalla en su propia casa producto de un error imperdonable de juzgamiento por parte del Speaker del parlamento.

Como era de esperarse y fiel al manual del político en espera, el líder federal del partido Conservador ha tratado de exprimir todo el jugo a este error de cálculo, pero no ha logrado que la población atribuya al Primer Ministro la responsabilidad por la invitación al exsoldado voluntario Nazi Yaroslav Hunka en su malograda visita al parlamento federal hace pocos días.

A diferencia del caso del Premier Ford, en donde ha sido claro que había malicia al tratar de ocultar los detalles del Greenbelt, en el Parliament-scandal era esperable que el Speaker – quien representa la ecuanimidad y rectitud de la democracia parlamentaria en Canadá- era innegable que este debía renunciar para no seguir ensuciando al líder de su partido.

Como puede verse, pese a sus diferencias ideológicas, los conservadores y los liberales canadienses no están inmunes a los escándalos y a las metidas de pata, las cuales son la comidilla de la comunidad internacional, la cual pocas veces nos presta atención por las cosas importantes que pasan acá, pero si por aquellas que nos ponen en vergüenza y humillación.