Luis Ramírez: más allá del color y las formas

FRANCISCO REYES / TORONTO /
El pintor chileno Luis Ramírez ha montado su exhibición retrospectiva. En el mundo de las artes plásticas se sabe lo que significa esta clase de muestras.

Lo conocí a principio de la década del 2000 cuando desempeñaba mi oficio de redactor y columnista en el Diario El Popular. El pintor llegó al taller de redacción para promover una exposición colectiva de “Fundarte”, organismo que agrupó a los artistas de las plásticas en Toronto.

La vestimenta que llevaba, con su típica boina al estilo El Che, me dio la impresión de que se trataba de un artista de vanguardia y de un cierto compromiso político, obligado a tomar el rumbo incierto del exilio.

Luego nos vimos en la colectiva pictórica y en otros eventos artísticos vanguardistas, sin que cruzáramos muchas palabras. A penas, quizás, un “¡Hola, cómo estás?”. No volvimos a vernos durante varios años, sino después en un encuentro, durante el verano, en el que Margarita Feliciano anunciaba la celebración en octubre del Festival de la Imagen y la Palabra.

El pasado septiembre, mi compañero de oficio, el periodista Oscar Vigil, me pidió que lo reemplazara en un evento en el que Luis Ramírez dio a conocer sus planes de exposición retrospectiva para el 7 de noviembre de este año, en el Columbus Centre, localizado en Lawrence Ave West con Dufferin.

Hubo sorpresas y las puertas se me abrieron para la colaboración con una organización de defensa de los derechos humanos, en la que actualmente sirvo como voluntario para la redacción de notas periodísticas y de documentos de denuncia de violaciones de los mismos alrededor del mundo: The Canadian Human Rights International Organization (CHRIO)

Estuve allí, en la apertura de la retrospectiva, que durará hasta el 1 de diciembre, para rendir tributo al maestro de la pintura, quien se enmarca a sí mismo dentro del Realismo Impresionista, tomando como punto de partida a los pintores impresionistas franceses.

Otra sorpresa fue haber conocido al poeta salvadoreño José González, quien me ha invitado a pertenecer a su colectivo de escritores.

El acto, bastante concurrido, se caracterizó por la sencillez de las cosas simples de la vida que no necesitan ornamentos para mostrar por sí mismas su magnificencia. Lo sencillo se agiganta en lo verdadero y lo ostentoso se empequeñece en lo superfluo.

Más allá de las formas y del color de los cuadros que estarán en la exhibición retrospectiva, hay en ellos no sólo una evolución de las técnicas en el uso de los pinceles, sino de la cosmovisión estética del artista. Luis Ramírez no necesita decir con palabras lo percibido en cada realidad en que se sitúan sus personajes o de los ambientes “personificados”.

Muchas de sus obras parecen captadas a distancia por la precisión del lente de una cámara fotográfica; pero, a medida que nos acercamos a ellas nos damos cuenta de que, sobre el lienzo, el pintor ha logrado sabiamente la “técnica del engaño” al ojo que las contempla.  El auténtico creador de la pintura utiliza la magia del “engaño aparente”  para expresarnos su “verdad” sobre la realidad que plasma, pero “según el color del cristal con que mira”.

Lo más sorprendente es que Luis Ramírez se sale de los cuadros para situarse frente a la realidad que describe, como ser corpóreo, pero en los planos de creador omnisciente y omnipresente, actuando con tanta humildad -no fingida- que hay que buscarlo con lupa de pesquisidor, mientras se mimetiza con los espectadores.

Más allá del color y de las formas, sus obras muestran la transparencia de un artista consagrado al oficio de la creación pictórica. Al mismo tiempo, al hombre humano y sencillo que es Luis, completamente accesible, porque en él no hay ostentación.

Toda retrospectiva es un indicador de que el artista se retira. Pero no es una señal de claudicación, de un “tirar la toalla”, como se dice en el argot del boxeo, por agotamiento del espíritu creador del artista.

Por el contrario, en el solaz, en la “quietud de la vida” y la frugalidad del arte para revisar contenidos y dejar que su espíritu creador se exprese sin las ataduras del tiempo y de la prisa acarrea la responsabilidad del diario vivir, con sus propios afanes  tras “el pan nuestro de cada día”.

También, para dedicar más tiempo a sus discípulos en los talleres que tiene en un rinconcito de la sede de CHRIO y continuar con su labor una organización artística que orienta en El Salvador.

La comunidad hispana de Toronto tiene en esta exhibición retrospectiva de Luis Ramírez una excelente oportunidad de conocer las obras de uno de nuestros artistas pioneros que produce el exilio, forzado o voluntario de quienes hemos venido a Canadá, conscientes de que “no sólo de pan vive el hombre”, sino también de las distintas manifestaciones del arte, como forma de educarnos y de alimentar el espíritu.

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