“El que escribe en tabla, pared o mesa demuestra la bajeza con que su máma lo crio”. Eso decía el viejo adagio popular en las épocas en las que se creía que escribir sobre las paredes era una actividad mal vista y sólo representaba a los reos en las cárceles y la gente inculta.
Nada más errado que esa antigua creencia, pues el expresarse utilizando las paredes es tan antiguo como el mismo ser humano. Así fue como el primer hombre con pensamiento abstracto y simbólico, el homo sapiens, dejó su historia plasmada en las cavernas hace más de 40.000 años. En esa época, grupos humanos con pensamiento evolucionado, tecnologías y organizaciones sociales muy superiores a la errónea imagen de criaturas pre-humanas, de lo que suponemos era el hombre de las cavernas, conectaban su mente con el mundo externo plasmando en las paredes y techos de éstas los eventos de su cotidianidad y el poder de la magia y el mundo espiritual. Utilizaron los recursos de su entorno, exploraron con diversos pigmentos y aglutinantes que los llevaron a la perfección de su técnica pictórica. Los estudiosos del tema han descubierto que en algunos casos su técnica consistía en delinear las figuras con carbón vegetal para el negro y piedras calizas para el blanco; aplicar aglutinantes como grasas animales o sabias de las plantas, y llenar sus bocas con pigmentos de colores para luego escupirlos en las paredes utilizando sus manos como plantillas para delinear las figuras que querían plasmar. Nada más parecido a los aerosoles que utilizan los artistas rupestres de las ciudades de hoy en día.
En los años 60s empieza la historia del grafiti con aerosoles modernos. Inicialmente es asociado a grupos de jóvenes inmigrantes en New York que decidieron ir dejando su nombre escrito por la ciudad que recorrían a diario, popularizando esta práctica como medio de visibilización de su identidad. Escribían su seudónimo y el número de la calle donde vivían.
Buscando cada vez lugares más extraños, más altos y más visibles para escribir sus tags, los grafitis evolucionaron en riqueza visual y diversidad de fuentes, se rebozaron en colores, bordes, rellenos, y crearon ese nuevo lenguaje que hoy en día parece críptico y difícil de descifrar.
Toronto no se escapa a la magia del grafiti y en los últimos años su expansión y calidad artística han hecho que sea considerado incluso como parte de las atracciones turísticas locales.
Esta ciudad es realmente una gran galería al aire libre. Sus visitantes pueden ver fantásticos murales de arte de la altura de edificios completos y tener una idea de su riqueza y multiculturalidad con solo caminar por el Kensington Market o Chinatown.
Pero es sin duda el Grafitti Alley el más impresionante conjunto de arte urbano en la ciudad. Con alrededor de un kilómetro de longitud, este callejón se extiende al oeste entre Spadina Ave. y Portland St. con una entrada posterior entre Queen St. y Richmond St. Las obras son verdaderas explosiones de luz, color y formas.
No menos impactante es lo que se conoce como el Ossignton Laneway. Para disfrutarlo se debe tomar el streetcar de Queen St. hacia el oeste hasta Ossington Ave. Caminando entre las calles Queen St. y Humbert St., una gran comunidad artística ha pintado docenas de puertas de garaje con diferentes tipos de obras de arte.
Más aun, el arte urbano se toma las rutas mismas del subway y del GO. Por la línea dos (verde) hacia el oeste, entre las estaciones de Dundas West y Keele no olviden mirar hacia el sur la fachada trasera de los edificios. Es simplemente alucinante! Quienes deben viajar un poco más y tomar el GO hacia Mississauga, podrán también disfrutar de un impresionante paisaje de grafitis saliendo de Toronto.
Lo que abunda son artistas con talento por ahí, en las calles de Toronto. Obviamente también se encuentran quienes se dedican a hacer tachones y mamarrachos que no tienen nada que ver con el verdadero arte callejero. Espero que sea esta la razón por la que el caricaturesco alcalde de Toronto haya decidido en julio del 2013 destinar una importante suma de recursos y salir a limpiar con sus propias manos esta contaminación visual.
El arte urbano, el del aerosol, el que expresa ideas, el que hace política, el grafiti que retoma la historia del arte y plasma sus iconos en las paredes, el que habla del amor y la paz, el que simplemente con el color hace vibrar el alma en esta ciudad, debe ser protegido y promovido. Afortunadamente existen grupos, coaliciones e incluso iniciativas municipales como StreetARToronto que activamente trabajan en pro de su desarrollo.
Yo, al contrario de Picasso, pienso que no todo es decadencia después de Altamira. Si quieres encontrar más imágenes sobre grafitis en Toronto visita: www.facebook.com/maoarte.
*Mao Correa puede ser contactado en el correo electrónico maoart2013@gmail.com
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